La venda ya cayó y sólo quedó la alegría, cantó Miki sellando la final de Eurovisión marcada la actuación Madonna, que antes de ofrecer varios gallos reivindicó la música como unión de pueblo, y por el triunfo esperado, aunque con suspense de Holanda.
Por Sal Emergui
Tal y como anticipaba la letra, el tema del cantante español cayó a los últimos puestos un año más -en el puesto 22 de 26 participantes-, aunque generó una ingente cantidad de electricidad entre los 8.000 espectadores en una noche que sirvió de colofón a la semana más europea y festiva de Tel Aviv. Esa electricidad no llegó a los jurados y sólo el televoto salvó al español del último puesto.
Con o sin la marioneta en escena, nadie daba opciones a España para lograr su tercera Eurovisión, pero sí para que La venda tapara la mala imagen de los últimos años. El joven de Terrassa ganó el derbi catalán a Manel Navarro de la vecina Sabadell (último hace dos años), pero no salió de los puestos de cola. Alfred y Amaia quedaron en el puesto 23 el año pasado.
Los responsables del ente público de radio y televisión israelí (KAN) se fueron a casa exhaustos, pero felices tras haber aprobado el examen del mayor evento musical de televisión del mundo. En la gay friendly Tel Aviv desbordada por litros de alcohol, kilos de comida y 40 grados de temperatura, no extraña que el festivo ritmo español tuviera éxito en sus playas. Pero entre los jueces europeos, no tanto.
«Miki pone la salsa que Eurovisión necesita. Su canción es color y felicidad. Me encanta la elección que hizo España. Como mi marido es español puedo decir que cuando veo su canción me siento igual de orgulloso que si fuera Israel», había comentado a EL MUNDO Assi Azar, la estrella israelí que, junto a la modelo Bar Refaeli, la joven árabe Lucy Ayoub y el veterano Erez Tal, presentó el show ante una audiencia prevista de 200 millones de personas. A una semana de las elecciones en el Viejo Continente, el festival es también una reivindicación ante los elementos internos y externos que desafían la idea de Europa.
La gran mayoría de los consultados por este diario coincidían en que Miki no tenía opción de ganar y al mismo tiempo querían bailar a su ritmo. Pero de igual forma que un partido de fútbol no se gana con elogios sino con goles, Eurovisión se logra sólo con los votos. Y éstos fueron anoche para el holandés Duncan Laurence que con su intimista balada Arcade que superó al italiano Mahmood y su contagioso Soldi. Macedonia del Norte estuvo a punto de dar la gran campanada. Tras tres veces en el concurso, Tamara Todevska logró su mayor éxito en su primera aparición como solista.
Miki no tendrá tantas oportunidades. Un destacado fan suyo anoche era el anfitrión Kobi Marimi. «La Venda te entra con mucha alegría. ¡Me encanta Miki!«, decía el cantante israelí a este diario sobre el artista con el finalmente compartió la parte baja de la clasificación. Aunque para Israel, la victoria de Eurovisión no dependía de su cantante sino de su organización.
Como estaba previsto, Marimi lloró de emoción tras cantar HOME a pocos metros de su casa en Tel Aviv. La extrovertida Netta ganó al no cambiar de estilo y el introvertido Marimi no lo hizo precisamente por lo mismo, seguir fiel a su estilo sobrio basado sólo en la voz. Y también como estaba previsto desde que fue seleccionada en Islandia, los integrantes de la autodenominada «banda BDSM industrial» mostraron varias bufandas con la bandera palestina en el momento que la cámara les enfocaba durante la puntuación. En la actuación de Madonna, se reinvidicó la convivencia cuando dos bailarines fueron filmados abrazados mientras en sus espaldas lucían la bandera palestina e israelí. La cantante, que se opone al boicot a Israel, defendió la música como punto de encuentro. «No subestimemos el poder de la música. Music makes the people come together», dijo en alusión a uno de sus famosos temas del pasado.
EL REGRESO DE NETTA
La velada empezó en las alturas del escenario con un avión pilotado por Netta y acabó con Madonna rezando su Like a Prayer pasando por la breve intervención de Wonder Woman promocionando Tel Aviv. La actriz Gal Gadot fue elegida para presentar la 64 edición pero su sobrenatural agenda de trabajo lo hizo imposible.
KAN se esforzó en presentar el plato más sofisticado posible. «Todos queremos organizar la mejor Eurovisión posible y mostrar nuestro país de la mejor forma. Como en otros eventos, nos gustaría una semana más de preparación», comentaba el director Yuval Cohen.
Más allá del delicado caso de Israel (situado en el convulso Oriente Próximo, tensión permanente con los palestinos, etc), la producción de Eurovisión nunca es fácil. Menos aún si hay que integrar en la fiesta a Madonna. Tras aterrizar en el avión privado del multimillonario canadiense judío afincado en Tel Aviv (Sylvan Adams), solventar las diferencias con UER, disfrutar de la noche mediterránea y visitar a un precursor de la Cabala en la mística Safed, la estadounidense irrumpió con su habitual fuerza en el escenario europeo. KAN fusionó dos grandes festivales: el concurso tradicional y el show de Madonna tras La Venda de Miki. Casi nada.
Interesada también en agradar al mundo y derrotar los llamamientos al boicot de grupos propalestinos, la organización puso en la vitrina los productos internacionales más exitosos de Israel: Bar Refaeli, Gal Gadot, Lior Suchard, Dana International y Netta. Con todo, KAN hizo un guiño a los suyos al rescatar a su primera representante en Eurovisión (Ilanit en 73) y a Gali Atari que a sus 65 años volvió a cantar Haleluya. Como acompañantes de la ganadora del 79, Conchita Wurst, Verka Serduchka y Eleni Foureira.
«Avivando fantasías» cantó Miki en una casa diseñada por el griego Fokas Evangelino. Fantasías de España como por ejemplo ganar Eurovisión. O no quedar entre los últimos.
Fuente: ElMundo.es
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