Israel no se trata de un milagro, sino de años de planificación en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i), un sistema sólido de salud pública, políticas focalizadas en recursos humanos y educación.
Por Mario Alejandro Katzenell
Cuando viajé a Israel por primera vez, en 1994, aprendí que lo importante es decir “sablanut” (paciencia) y “a kol ihe beseder” (todo irá bien). Sin embargo, tras visitar el sector público y privado desde ese entonces y hasta ahora, entendí que Israel no se trata de un milagro, sino de años de planificación en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i), un sistema sólido de salud pública, políticas focalizadas en recursos humanos y educación. Un trabajo sinérgico público-privado, visión de futuro, un sentido de unidad envidiable y “chutzpah”, un término que reaparecerá en las últimas líneas.
Israel tiene nueve millones de habitantes y escasos recursos naturales, exceptuando al gas natural hallado en la última década, que ha permitido a este país ser autosuficiente. De hecho, en 2019 comenzó el proceso de exportación a Egipto.
A esta Nación se la conoce desde los años noventa como una “Start Up Nation”. Según datos del Banco Mundial, el gasto de I+D en porcentaje del PBI (2018) fue de 4,95%, es decir, entre los tres países que más invierten, junto a Corea del Sur y Suiza.
El ecosistema de innovación en el país cuenta con más de 7.000 startups de alta tecnología, que representan aproximadamente el 50% de las exportaciones industriales.
Al direccionar la lupa hacia el sistema de salud, tenemos que remontarnos incluso antes de la Independencia. Allí, la comunidad judía que residía en el mandato británico creó una red nacional de servicios de prevención, diagnóstico y tratamiento. Al proclamarse la independencia, en 1948, el país ya contaba con un próspero sistema y, por supuesto, con una red al servicio de la vacunación de su población.
En 1995 se sanciona la Ley de Seguro Nacional de Salud que impone, entre otras cuestiones, la obligatoriedad de todos los ciudadanos a estar adheridos a un fondo de salud. Son cuatro, llamados “kupat jolim”, que disponen prestaciones amplias y de igual envergadura para toda la población.
Hoy en día, Israel destina 7,8% de su PBI hacia el área de salud. Las compañías locales de medicina digital han recaudado aproximadamente u$s800 millones en los últimos tres años y están ganando notoriedad mucho más allá de las fronteras de la nación, con más de 25 de ellas incluidas en el índice Nasdaq.
Iniciativas como Tyto Care están transformando la atención primaria, al poner la salud en manos de los consumidores. En tanto, Sweetch es una plataforma clínicamente probada y potenciada por la inteligencia artificial que permite la predicción y prevención personalizada de la diabetes y mejora los resultados clínicos de la enfermedad a escala.
Por otro lado, aparece Surgical Theatre, que lleva la realidad virtual al entrenamiento quirúrgico, mientras que la aplicación Biobeat monitorea continuamente los signos vitales de los pacientes, incluida la presión arterial, frecuencia de pulso y respiratoria, gasto cardíaco, sudor, calorías eliminadas y sueño. Además, los proveedores de atención médica pueden rastrear a múltiples pacientes en estaciones de trabajo personalizadas y centralizadas.
En cuanto a la unión de la atención médica con la tecnología, Israel transitó por lo que los especialistas en la materia llaman las “tres fases de la salud digital”. La primera, se concentra en brindar soluciones de Flujo de Trabajo Clínico y digitalización de datos médicos, principalmente, mediante el desarrollo de plataformas de Registro Médico Electrónico (EMR). La última es una de las razones por las cuales Pfizer eligió a Israel y el Gobierno pudo tempranamente vacunar a gran parte de su población.
La segunda fase se focaliza en la recopilación, análisis de la información e intervenciones mediante dispositivos y sensores que colaboran con las interacciones médico-pacientes y entre médicos. Un ejemplo es el kit que Israel entregó para realizar el seguimiento a distancia de enfermos de covid, incluido el monitoreo pulmonar.
La tercera fase corresponde a un desarrollo superior de la medicina digital, un nuevo modelo de atención personalizada, donde la información y los datos no sólo se recopilan, sino que también se analizan mediante algoritmos avanzados para desarrollar tratamientos de medicina genómica, y el empleo de las tecnologías de genética molecular para atender de forma individualizada a cada paciente.
En marzo de 2018, el Gobierno anunció el proyecto “Mosaico”, enmarcado en la resolución del Ministerio de Salud 370, con una inversión de u$s275 millones. Se trata de una iniciativa de medicina personalizada, que incluye un banco de datos genéticos para mostrar las tendencias a largo plazo de enfermedades de sus ciudadanos durante los últimos 20 años para, de esa manera, ofrecer nuevas herramientas a los investigadores.
La “Chutzpah” es un término del hebreo clásico su significado es audacia, y lo podemos rastrear en el Génesis, cuando Abraham “negocia” e intercede por la salvación de Sodoma y Gomorra. Para la sociedad contemporánea israelí, en tanto, es una característica particular que posibilita uno de los más grandes milagros, la base ideal para la configuración de un sistema de innovación único en el mundo.
(*)Licenciado en Ciencia Política. Analista internacional. Especialista en Innovación.
Fuente: Ámbito
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