Un grupo de científicos ha encontrado pruebas del consumo y almacenamiento de tuétano de huesos animales en la cueva israelí de Qesem. La investigación supone la primera prueba directa que demostraría que los humanos del paleolítico conservaban alimento antes de comerlo.

Hace 400.000 años los humanos ya guardaban alimentos para ser consumidos posteriormente. Esta es la conclusión a la que han llegado los arqueólogos tras analizar los restos encontrados en el yacimiento israelí de la cueva de Qesem. La investigación aborda principalmente dos cuestiones: por un lado, el consumo del tuétano del interior de los huesos, un recurso especialmente apreciado por los primeros humanos debido a sus altos niveles en ácidos grasos; por otro, si la extracción de este alimento estaba vinculado a un consumo inmediato o se almacenaba para el futuro.
Los huesos se usaban como ‘latas’ que preservaban el tuétano durante largos períodos de tiempo para ser consumidos posteriormente
Para responder a estas cuestiones el equipo de investigadores ha realizado experimentos sobre las técnicas de extracción de la médula, el cual deja unas muescas similares a las que se producen en la extracción de piel y tendones en diferentes momentos del secado. Los resultados del estudio permitieron aislar marcas concretas ligadas a la extracción de piel seca y determinar que la grasa medular había sufrido un bajo índice de degradación durante aproximadamente seis semanas de exposición, momento a partir del cual empezaba a acelerarse la pérdida de nutrientes.
Marcas en los huesos
Los investigadores señalan que la comparación de las marcas experimentales con las arqueológicas ha permitido plantear la posibilidad de un procesamiento secundario y, por tanto, un posible consumo posterior de médula de ciervos, la dieta habitual de los humanos prehistóricos de Qesem.
«Nos llamó la atención unas marcas que aparecían únicamente en los metápodos (unos huesos hallados en las extremidades) de los cérvidos del yacimiento. Eran una especie de tajos y descamaciones, y otras muy pequeñas, que no habíamos visto antes -dice Ruth Blasco, investigadora del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH) y coautora del estudio-. Estos elementos nos indicaban que los homínidos de Qesem separaron aquellos huesos intencionadamente, pero no entendíamos a qué respondían las marcas». Los investigadores, afirma la investigadora, dedujeron que aquellas marcas podrían haber sido separados de la carcasa y acumulados para un procesamiento posterior, lo que les llevó a preguntarse si la médula podía ser aprovechable desde el punto de vista nutricional.
“Las extremidades y los cráneos fueron llevados a la cueva mientras que el resto del cadáver fue despojado de carne y la grasa”, señala el profesor Jordi Rosell. «Los huesos se usaban como ‘latas’ que preservaban el tuétano durante largos períodos de tiempo», asegura el profesor de la Universidad de Tel Aviv Ran Barkai, involucrado en el estudio.
Eran lo suficientemente inteligentes para saber que se podían preservar huesos animales bajo unas condiciones específicas, y cuando era necesario, retirar la piel y el hueso para extraer el tuétano
La comunidad científica daba por sentado que los cazadores-recolectores de la época consumían en el momento todo cuando cazaban o recolectaban, y cuando los alimentos escaseaban hacían frente a largos períodos de hambre. Sin embargo, según este nuevo estudio, probablemente tuvieran cierta capacidad de planificación y previsión, al menos entre las poblaciones que habitaban el Próximo Oriente durante el Paleolítico. “ Los humanos que poblaban la cueva de Qesem eran lo suficientemente sofisticados, inteligentes y capacitados para saber que era posible preservar huesos animales bajo unas condiciones específicas, y cuando era necesario, retirar la piel y el hueso para extraer el tuétano”, explica Avi Gropher, de la Universidad de Tel Aviv.
La primera conservación de alimentos
De confirmarse los resultados de la investigación, esta sería la prueba más temprana encontrada que demostraría la conservación de alimentos, una praxis que, al parecer, nació de la pura necesidad. “Suponemos que se debió a la escasez de elefantes, que habían sido una de las mayores fuentes de alimento para los humanos de la época, lo cual acabó desarrollando una estructura socioeconómica más avanzada”, concluye Barkai.
«No podemos saber a ciencia cierta si aquellos huesos se guardaban deliberadamente para usarse posteriormente en la misma cueva o bien los transportaban para tener alimento en un futuro -aclara Blasco- Lo único que podemos deducir es que hace 400.000 años existía una preocupación anticipada por las necesidades futuras, y una capacidad de desplazamiento temporal que supera el ‘aquí y ahora’ como forma de subsistencia.
Según concluye la investigadora española, «el estudio de la preservación o consumo diferido de recursos, así como posibles sistemas de almacenamiento, tiene un gran potencial para detectar no solo económicos, sino también cognitivos, en las poblaciones humanas del pleistoceno».
El estudio, publicado en la revista especializada Science Advances, fue dirigido por Blasco en colaboración con un equipo de científicos de la universidad de Tel Aviv y un grupo de expertos españoles, entre los que se encuentran Jordi Rosell y Maite Arilla, de la Universitat Rovira i Virgili (URV) y los profesores Antoni Margalida y Daniel Villalba, de la de la Universidad de Lleida.
Fuente: NationalGeographic
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