Según el relato bíblico, 1250 años antes de Cristo, las murallas de Jericó se derrumbaron ante el desfile de las tropas del sucesor de Moisés. Pero ¿qué dice la arqueología sobre la ciudad más antigua del mundo?
Las primeras huellas de la existencia de Jericó datan de los años 10 a 9 mil antes de Jesucristo. Según el relato bíblico, hacia el año 1250 antes de Cristo, ésta fue la primera ciudad de la «Tierra Prometida» conquistada por los hebreos.
La Biblia dice que los israelitas llegan a Canaán guiados por Moisés a través del desierto. Pero se da la enojosa situación de que la Tierra Prometida está habitada por gente que parece no estar dispuesta a cederla así nomás.
Una avanzada de doce hombres, entre los que se encuentran Josué y Caleb, explora la región y vuelve con frutos que demuestran la tentadora fertilidad de esas tierras pero también dan testimonio de la fuerza de sus habitantes. Son «gigantes», dicen. Cunde el pánico ante esta descripción. Josué y Caleb conservan la calma y la confianza: «Dios nos ayudará, lo ha prometido». Los demás se lamentan de haber salido de Egipto. Por esta actitud, dice la Biblia, serán castigados: Dios demora la entrada a Canaán y deben permanecer más tiempo en el desierto.
Moisés, por lo tanto, no verá la Tierra Prometida. Ya cumplió su misión. Cuando muere, lo sucede Josué, uno de los pocos que no perdió la fe ante la adversidad. Pero había que ser prudente para entrar en lo que la Biblia describe como una gran ciudad amurallada: Jericó. Josué envía entonces a dos espías que logran entrar a la ciudad y pasan la noche en la casa de Rahab, una prostituta. Pero alguien había visto a estos extranjeros y da aviso a los soldados. Cuando éstos golpean a la puerta, Rahab los oculta y dice que ya se han ido. Luego los ayuda a escapar por una ventana. Antes de irse, los espías hebreos le dicen a Rahab que debía dejar colgada en la ventana la cuerda roja gracias a la cual huyeron, así podrían identificar su casa y ella y su familia no serían masacrados al tomar los hebreos la ciudad.
La leyenda dice que durante siete días consecutivos, los israelitas, conducidos por Josué, dieron una vuelta a la muralla de Jericó acompañados por los sacerdotes que hacían sonar trompetas, mientras los habitantes de la ciudad se burlaban de este ridículo método de conquista. Pero el séptimo día, las vueltas fueron siete en total y la muralla se derrumbó. Sólo quedó en pie el trozo al que estaba adosada la casa de Rahab de cuya ventana colgaba la cuerda roja…
Los hebreos exterminaron a toda la población y luego conquistaron el resto de Canaán.
Esta historia fantástica es uno de los mitos de origen de Israel. Pero la arqueología, aunque ha encontrado huellas de una presencia de larga data de los hebreos en la zona, no confirma esta trama.
Así lo explica el profesor Sergio Prudencstein, en esta charla en la que responde las preguntas de Infobae acerca de hasta qué punto la Escritura coincide o no con los hallazgos arqueológicos.
Prudencstein es historiador, especialista en Medio Oriente. Es docente en la Universidad de Belgrano y autor, entre otros, de Los escribas de Dios (2015), Moisés, la verdadera historia (2016) e Islam, para saber de qué hablamos (2016), todos de Ediciones Fortnel.
—¿Qué pruebas históricas hay de la existencia de Josué y de su conquista de Canaán, y en qué fecha se podría ubicar estos acontecimientos?
—Hay dos visiones. Un grupo de investigadores, liderado por Benjamín Mazar; cree que existió la conquista. Otro, liderado por Israel Finkelstein, asegura que no. El primero cree que el crecimiento no vegetativo de la población propio del siglo XI en Canaán, demuestra que existió la conquista, la cual se dio en el siglo XII. Para el otro grupo, el crecimiento se debe a una reubicación de los habitantes de las montañas después de una revolución social que desactivó la influencia egipcia en la zona.
—¿En qué se apoyan estas posiciones?
—Ambas posiciones se pueden ver reflejadas en dos documentos. Uno es extrabíblico, la Estela de Merneptah. El otro es bíblico y responde al límite de las conquistas de Josué en el Manantial de Nephtoa, que se asimila a Merneptah. Según este razonamiento, Josué sería contemporáneo del sucesor de Ramsés II. Merneptah reinó en Egipto y sobre Canaán al menos hasta el siglo XII. Josué y el faraón no sólo tienen idénticos objetivos militares, sino que se nombran mutuamente al final de sus respectivas listas (ver el cuadro a continuación). Josué, más sincero, dice que hasta ahí llegan sus límites, porque en el manantial de Merneptah seguramente se encuentran las tropas egipcias.
—¿Y Josué?
—Respecto a Josué como individuo, es el caudillo por antonomasia. Seguramente él y Caleb, su compañero en toda la aventura de conquista de la Tierra Prometida, son los arquetipos del héroe hebreo de la primera época. Puede ser tan histórico, o no. como Lohengrin, Sigfrido o Ulises en Occidente, protagonistas de las grandes sagas de Europa. Juntan aspectos históricos, fantasías y exaltaciones en una sola persona. Josué es el claro jefe guerrero nacional que funda una nación tomando la herencia de un profeta mayor, que es Moisés. Hasta repite sus milagros en versión más doméstica. Por ejemplo, cruza el Jordán, separando sus aguas. De todas maneras, la Biblia poco dice sobre él. Ni siquiera sabemos si tuvo esposa. Lo cierto es que la tradición indica que fue enterrado junto a su amigo Caleb en Timnat Jeres (Jueces 2:9).
—¿Quiénes eran los pobladores de Jericó y del resto de Canaán que fueron vencidos por él?
—Eran todos cananeos. Sea o no histórica la conquista, todos estos pueblos eran oriundos del lugar. Recién hacia el 1100 a.C., la llegada de los filisteos va a afectar las lenguas y las etnias autóctonas.
—¿Y los muchos grupos mencionados en el Libro de Josué: heteos, heveos, ferezeos, gergeseos, amorreos, jebuseos…?
—Posiblemente todos correspondan a pueblos semíticos que, desde la conquista del Imperio Babilónico, fueron arrastrados al sur de Canaán. El movimiento es parecido al «efecto dominó». El Imperio Babilónico movió a los hurritas, éstos se reacomodaron y los pueblos semitas que rodeaban su territorio también se desplazaron, generando grandes movimientos en el corredor sirio-palestino. Los amorreos fueron muy importantes. Muchos de los otros pueblos eran parte de la estirpe de los amorreos.
—Rubenitas, gaditas, tribu de Manasés… ¿eran las tribus de Israel?
—Sí, las tribus bíblicas fueron doce. Leví, Rubén, Aser, Gad, Simeón, Judá, Dan, Neftalí, Isacar, Zabulón, Benjamín y José. Este último presenta una situación particular, ya que terminó representado después de su muerte por sus hijos, Efraín y Manasés. Lo interesante en este asunto es que en épocas muy tempranas Seti I, padre de Ramsés II, dejó un documento en el Muro Este de Karnák, donde se refiere a estas tribus que ya peleaban en las montañas de Canaán. Un encuentro con algunos hebreos de la tribu septentrional de Isacar es mencionado también en un monumento de Bet-seán. Dice que los «hebreos [‘apiru] del monte Jarmut, con los Tayaru, estaban ocupados en atacar a los nómadas de Ruhma». Sobre Tayaru y Ruhma aún se desconoce quiénes son, sin embargo se sabe que Jarmut fue uno de los territorios dominados por las tribus israelitas del norte. Josué destinó a Isacar estos montes. Seti I entonces luchó contra Isacar, e incluso tal vez contra Rubén, representado por el R-b-n de los textos de Karnák. Siendo esto así, podríamos abonar a la teoría de Finkelstein que asegura que hubo un largo tiempo de revolución en la zona que llevó a una inversión del estrato social. Lo que llamaríamos una lucha de clases.
Jericó ya era leyenda cuando los hechos descriptos en la Biblia tuvieron lugar
—¿Se conoce nombre y existencia del rey de Jericó vencido por Josué?
—No. Todos los reyes históricos son anteriores o posteriores. De todas maneras, el problema de Jericó es profundo. Ya era leyenda cuando los hechos descriptos en la Biblia tuvieron lugar. Kathleen Kenyon, a mediados del siglo XX, descubrió sus famosas murallas. Sin embargo, la datación por carbono determinó que entre los siglos XVI y X a.C. Jericó no tuvo un perímetro de piedra y se convirtió en poco más que una aldea. Si la conquista se produjo en el siglo XII, entonces, ¿de dónde sale la historia de la conquista de Jericó? Probablemente se trate de un «mito etiológico», es decir, un mito donde se explica el origen de algo. Sus fundamentos están en la reestructuración heroica hecha por los escribas del rey Josías, es decir, muchos siglos después, en el siglo VII a.C. Es una de las típicas historias anacrónicas del Antiguo Testamento. Las murallas cayeron, es verdad, pero en el 1600 a.C. y seguramente producto de un movimiento telúrico. Lo demás, forma parte del origen heroico que la Biblia le atribuye a Israel. Por lo tanto, si Josué tomó Jericó, las ruinas del perímetro amurallado eran ya un recuerdo que tenía como mínimo unos 400 años.
—¿Cómo explicar el grado de crueldad de esta conquista? La Biblia dice que Josué exterminó a toda la población de Jericó, por ejemplo. Y que luego ejecutó personalmente a cinco reyes que tenía prisioneros…
—Es un punto muy controvertido. Si este rasgo es contemporáneo a la propia conquista o bien una ponderación creada por los amanuenses de Josías, no importa. La crueldad de los ejércitos de Josué remite a tiempos en que la guerra tenía una significación religiosa muy fuerte. Es probable que el concepto de la Guerra Santa provenga de esta mezcla de exaltación teológica y desarrollo militar combinados. Si pensamos en Dios como el dios nacional de los judíos, protector de los israelitas, la imagen del enemigo como «infiel» es más fácil de configurar. Por otro lado, la mayoría de los cristianos y musulmanes aseguran que la Guerra Santa no es un concepto que deba remitir directamente a las escrituras. Más precisamente en los Evangelios no aparece mencionada y en el Corán –según los eruditos islámicos– se habla de estas acciones como parte de una purga contra los pecados individuales. Sin embargo, el proceso de radicalización de la violencia en las dos últimas corrientes monoteístas de la historia no es sólo propiedad del Islam o del Cristianismo de las Cruzadas y responde a una pesada herencia bien conocida en el mundo antiguo. Se habla de Yhwh en las Sagradas Escrituras de los judíos nombrándolo como «Adonaí Yhwh tsebaoth», «El Señor, Yhwh de los ejércitos», en unas 16 oportunidades, en los libros del Éxodo, en los Salmos, en Isaías, Jeremías y Amós. La Guerra Santa indudablemente resulta ser un concepto que esgrimieron los amanuenses para glorificar las matanzas en la Tierra Prometida, haciéndolas obra del propio Dios. Estas raíces son muy complejas y la tarea de descubrirlas resulta muy dura.
La literatura aporta sin embargo, de manera bastante convincente, una idea de quién o qué era la divinidad que Moisés (como figura histórica o no) presentó a los primeros hebreos. O al menos cómo ellos veían a Dios. El cántico de Miriam, en Éxodo 15, es un largo poema que describe un hecho muy antiguo que bien podría referirse a la majestad del dios Tifón abriendo las aguas del mar para hundir al ejército egipcio. Tifón es el nombre griego del dios Seth, quien era a su vez el Baal cananeo. Por consiguiente, Dios presenta desde el comienzo de la redacción de la Biblia acciones terribles coherentes con el comportamiento de otros dioses. La caída de Adán, el Diluvio Universal, Babel, todos son episodios terribles de las escrituras son causados por el propio Dios. En Isaías 45, queda bien claro este tema: «Yo soy Yhwh, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste, para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo Yhwh, y ninguno más que yo, que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Yhwh soy el que hago todo esto».
—Como señalaba usted recién, la muralla no cayó por las vueltas que dio Josué con su gente alrededor de ella. ¿Qué simbolizan entonces esos siete días y esas siete vueltas?
—Es interesante que sean siete vueltas alrededor de la ciudad. Un número simbólico relacionado con la creación. También con el descanso, porque al séptimo día, según el Génesis, Dios descansó de su obra. Posiblemente cerca de estos términos se encuentre el verdadero símbolo de Jericó. Caen los muros y ya no hay resistencia. De este modo, el libro se transforma en un mensaje de fe. Por otro lado, las trompetas, llamadas shofarim, y el clamor del pueblo también remiten a los tiempos del Génesis. Dios creó el mundo con la voz, con el sonido. Aparece aquí un evento importante en cualquier relato fundacional: la caída de Jericó, en el contexto bíblico, da comienzo al establecimiento de la Israel histórica.
Si este Ibini fuera el rey Jabín de Josué 11, estaríamos en presencia de al menos un dato histórico sobre la conquista de la Tierra Prometida
—Se dice que recientemente aparecieron pruebas de la existencia de la ciudad de Hai, que es la segunda que conquista Josué y de cuya existencia se dudaba hasta ahora. ¿Es así?
—Sí, en parte, porque se encontró un templo del tercer milenio a.C. y actividad hacia el siglo XV a.C., entendiendo que fue un lugar de mucha importancia en épocas de Abraham más que en épocas de Josué. También existen escarabajos con nombres propios de estilo egipcio. Igualmente, el escarabajo del Museo de la Universidad Bautista de Houston, creo que a eso nos referimos, no hace más que mostrar que los egipcios dominaron efectivamente la zona en esa época. Pero debemos decir que existe otra ciudad que perturba a los arqueólogos: Hazor. Una terrible revuelta hacia el 1200 a.C. derrocó a un tal rey Ibini. El incendio fue catastrófico. Si este Ibini fuera el rey Jabín de Josué 11, estaríamos en presencia de al menos un dato histórico sobre la conquista de la Tierra Prometida. «Cuando oyó esto Jabín rey de Hazor, envió un mensaje a Jobab rey de Madón», dice la Biblia. Además, en Hazor aparecen algunas de las primeras construcciones israelitas de la historia. Un tipo de vivienda que hasta entonces no se había visto en Canaán comienza a edificarse sólo a partir del siglo X. El arqueólogo israelí Amnon Ben Tor y su colega Benjamín Mazar, coinciden en este punto. Incluso Finkelstein considera el sitio como determinante para la aparición de Israel en Canaán. Pero hay otra cosa: la presencia de Israel en Canaán, coincide con el momento en que se deja de consumir cerdo como alimento en el centro del territorio. Semejante prohibición sería uno de los primeros puntos de etnicidad judía, debido a que, cuando los pueblos vecinos tenían el hábito de consumir cerdo, los habitantes del centro de Canaán desarrollaron hacia el siglo XI una aversión extraña, particularmente ritual hacia él. Aparentemente no se trataría de cuestiones sanitarias, debido a que en los pueblos adyacentes persistieron las costumbres culinarias de siglos anteriores.
Rahab es la tatarabuela del rey David. De una prostituta cananea viene la estirpe de los reyes de la Biblia
—El papel de la prostituta, ¿tiene algún significado adicional? ¿Cómo se interpreta esta frecuente aparición en los relatos bíblicos de prostitutas que juegan un papel decisivo y positivo?
—Rahab es un personaje maravilloso, porque es la tatarabuela del rey David. Precisamente una prostituta cananea y de ella viene la estirpe de los reyes de la Biblia. Es muy extraño, porque ella es bendecida por Josué, siendo salvada del desastre de Jericó. Seguramente el secreto está en lo importante que es la figura de la Prostituta Sagrada en el Próximo Oriente. Hay un poema épico muy antiguo, el poema de Gilgamesh, que habla del amigo de este rey, llamado Enkidu. Era poco menos que un salvaje. Hablaba el idioma de los animales y tenía pelos en todo el cuerpo. Un día la Prostituta de Babilonia lo tomó para sí. Yació con ella siete noches y cuando volvió al mundo, ya los animales no hablaban con él y había perdido el pelo de su cuerpo. Este cuento, mucho más antiguo que la Biblia, nos permite ver lo importante que era la figura de la prostituta en Medio Oriente. Así como Eva le dio el conocimiento a Adán con «la fruta prohibida», la mujer sagrada en las culturas antiguas tiene mucho que ver con la capacidad del varón que «se hace hombre», que entiende el mundo, que «sabe». Por eso digo que Raab es un personaje interesante, ya que de ella, una prostituta, vendrán los reyes de Israel. Esto no puede ser casual y puede enraizar en las costumbres del Segundo Imperio Babilónico, en plena época de influencia mesopotámica sobre los textos bíblicos.
—Adonisedec, rey de Jerusalén; Hoham, rey de Hebrón; Piream, rey de Jarmult; Jafía rey de Laquis y Debir, rey de Eglón: ¿son personajes cuya existencia está probada?
—Según la exégesis, los nombres de estos reyes son simbólicos. Por ejemplo, Adonisedec significaría algo así como «señor de la justificación». Jarmult, «el presuntuoso». Jafia, «el esplendoroso». Es decir, más que reyes, representan los arquetipos del rey cananeo en general. Lo interesante es que las ciudades de las que hablan sí son históricas.Jerusalén era sagrada desde los tiempos de Melquisedec. Abraham había comprado Hebrón, o al menos las cuevas cercanas, lo cual hacía de ese lugar una tierra genuina a la cual su pueblo deseaba volver.
Fuente: Infobae