El debate sobre las diferencias entre antisemitismo y antisionismo a la hora de criticar al Estado o al gobierno de Israel ha ocupado un lugar importante en la campaña electoral británica que se definirá este 12 de diciembre.
De hecho, una de las principales críticas que se le hace al candidato laborista Jeremy Corbyn es que supuestamente no ha hecho lo suficiente para combatir un antisemitismo creciente dentro de su partido.
Corbyn, un declarado simpatizante de la causa palestina, niega las acusaciones y ha insistido en que su trayectoria da testimonio de su compromiso contra cualquier forma de racismo o discriminación.
Varios prominentes miembros del partido, sin embargo, han renunciado al mismo por la forma en la que Corbyn ha manejado del tema.
Y otros han sido suspendidos por haber hecho comentarios «antisemitas», a menudo defendidos como simplemente «antisionistas» o meras críticas a las políticas de Israel para con los palestinos.
Pero, ¿qué significan ambos términos?
¿Se puede criticar al gobierno de Israel o sus políticas sin ser acusado de antisemita o antisionista?
El Diccionario de la Real Academia Española define antisemita como «que muestra hostilidad o prejuicios hacia los judíos, su cultura o su influencia».
El sionismo, por su parte, es el «movimiento político judío centrado en sus orígenes en la formación de un estado de Israel y, después de la proclamación de este en 1948, en su apoyo y su defensa», que es a lo que se opondrían los antisionistas.
El problema, sin embargo, es que muchos afirman que el término «sionista» a menudo es empleado como una forma de ataque encubierto en contra de los judíos.
Y otros tantos sostienen que el gobierno israelí y sus aliados a menudo equiparan antisionismo con antisemitismo para tratar de acallar a sus críticos.
¿Cómo se los puede diferenciar?
Conceptualizando el antisemitismo
El pueblo judío ha enfrentado prejuicios y hostilidad durante siglos, y la peor manifestación de estos se produjo durante la Segunda Guerra Mundial, cuando seis millones de judíos fueron asesinados por los nazis o sus cómplices en lo que se conoce como el Holocausto.
El antisemitismo moderno, sin embargo, puede adoptar muchas formas, incluidas teorías de la conspiración sobre el control judío del sistema financiero global y los medios de comunicación, ataques a sinagogas, abuso verbal o discursos de odio y memes abusivos en las redes sociales, entre otras.
Este tipo de incidentes han aumentado de forma significativa en los últimos años, con casi un 90% de los judíos de EE.UU., Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Hungría, Italia, Países Bajos, Polonia, Suecia y Reino Unido reportando un agravamiento del antisemitismo en esos países.
Y para ayudar a identificar y combatir el antisemitismo, en 2016 la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés) adoptó una definición funcional que lo describe como «una cierta percepción de los judíos, que puede expresarse como odio hacia los judíos».
La definición del IHRA también está acompañada de una serie de ejemplos «contemporáneos» de cómo se manifiesta el antisemitismo en la vida pública.
Estos ejemplos incluyen, entre otros, la negación del Holocausto, negar al pueblo judío su derecho a la autodeterminación (por ejemplo sosteniendo que la existencia del Estado de Israel es racista), y responsabilizar a los judíos colectivamente por las acciones de ese Estado o de judíos individuales.
«Las manifestaciones (de antisemitismo) pueden incluir ataques contra el Estado de Israel, concebido como una colectividad judía», advierte también la organización.
«Sin embargo, las críticas contra Israel similares a las dirigidas contra cualquier otro país no pueden considerarse antisemitismo«, agrega el organismo.
Reino Unido y los otros 30 miembros de la IHRA aceptaron la definición y sus ejemplos, pero originalmente el Partido Laborista se rehusó a adoptar algunos de estos.
Las reservas incluían considerar antisemita el «acusar a los ciudadanos judíos de ser más leales a Israel, o a las supuestas prioridades de los judíos en todo el mundo, que a los intereses de sus propios países» y «aplicar un doble rasero al pedir a Israel un comportamiento no esperado ni exigido a ningún otro país democrático».
Pero finalmente los laboristas aceptaron la totalidad de la propuesta de la IHRA, aunque con el agregado de que «esto no menoscabará de ninguna manera la libertad de expresión sobre Israel o los derechos de los palestinos».
Durante el debate sobre el tema, Corbyn también propuso un agregado mayor, que habría permitido criticar la fundación del Estado de Israel como una empresa racista, pero esto no fue aceptado por la directiva del partido.
Y el líder laborista ha dicho haber entendido la necesidad de utilizar más cuidadosamente el término sionismo, vinculado a la misma fundación de Israel.
Sionismo y antisionismo
El sionismo nació en Europa a fines del siglo XIX como un movimiento político que buscaba la creación de una nación judía en lo que entonces se conocía como Palestina y para los judíos era la antigua Tierra de Israel.
El movimiento evolucionó y finalmente condujo a la creación del Estado de Israel en 1948.
Así que, en su sentido moderno, un sionista es alguien que defiende y apoya la existencia y prosperidad del actual Estado israelí.
De lo anterior se desprende que, en sentido estricto, antisionista y antisemita no son la misma cosa.
De hecho, se puede ser judío y antisionista, al punto que hubo oposición judía al movimiento sionista mucho antes de que se declarara el Estado de Israel en 1948.
Y hoy en día todavía hay pequeños grupos ultraortodoxos como Neturei Karta que se oponen la existencia del Estado de Israel porque creen el verdadero estado judío solo se establecerá con la llegada del Mesías.
Pero además, también hay sionistas críticos con algunas políticas del gobierno israelí, como la ocupación de Cisjordania y la construcción de asentamientos judíos en ese territorio, o el emplazamiento de la llamada barrera de separación.
De la misma forma, luego de que el Partido Laborista lo suspendiera por «comentarios antisemitas» en 2016, el exalcalde de Londres Ken Livingstone insistió en que «no hay que confundir el antisemitismo con las críticas a la política del gobierno israelí y el trato a los palestinos».
Los comentarios contra Israel de Livingstone, sin embargo, incluían la sugerencia de que Hitler había apoyado la causa sionista antes del Holocausto, lo que muchos consideraron inaceptable.
Pero los críticos del antisionismo también sostienen que muchas de las críticas en contra de Israel van más allá del desacuerdo con sus políticas, sino que niegan el derecho mismo del Estado judío a existir, lo que en la practica justificaría su destrucción o la expulsión de millones de judíos israelíes.
«Se puede criticar al Estado de Israel, pero el antisemistimo -y usar la palabra «sionista» es otra forma de antisemitismo- ya no puede ser tolerado», le dijo a la BBC el miembro laborista de la cámara de los lores Lord Levy.
Y de la misma opinión es su colega baronesa Julia Neuberger, para quien el antisionismo implica «que los judíos no tienen derecho a la autodeterminación, a diferencia del resto de la gente».
No todos, sin embargo, están de acuerdo. De hecho hay quienes todavía defienden su derecho a denunciar el sionismo como una ideología racista y sostienen que considerar a esto antisemita solo busca tratar de evitar las denuncias de abusos institucionalizados en contra de los palestinos.
La Campaña de Solidaridad con Palestina, por ejemplo, dice oponerse a todas las formas de racismo, incluyendo prejuicios contra los judíos y «la naturaleza sionista y de apartheid del Estado de Israel».
Y para distinguir entre antisionismo y antisemistismo muchos también hacen notar que no solo los judíos defienden y apoyan las políticas sionistas, por lo que criticarlas no puede considerarse un ataque en contra de este pueblo.
El mismo Corbyn, sin embargo, ha tenido que reconocer que el término «sionista» a menudo es empleado por muchos antisemitas como sinónimo de «judío».
Y pocos negarán que eso es tan cierto como que también es posible criticar a Israel sin ser antisionista y mucho menos antisemita.
La clave de esto último parece simple, pues en buena medida basta con evitar estereotipos, generalizaciones y teorías de la conspiración (así como comparaciones entre las políticas nazis y las actuales políticas de Israel).
Pero, en la práctica, las fronteras entre antisionismo y antisemitismo siguen siendo objeto de feroces debates y a menudo muchos las cruzan, aunque sea sin querer.
Fuente: BBC
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