Si sigue por la senda de Obama, no habrá avances en la resolución del conflicto con los palestinos.
Por Jonathan S. Tobin
¿Qué conjeturas podemos hacer acerca de la política exterior de EEUU para los próximos cuatro años, especialmente en lo relativo a Oriente Medio? La primera, creo, es que el contraste entre las políticas de Trump y las del presidente Obama no será tan acusado como la gente podría pensar.
Aunque Trump ha hablado de querer “dar una patada en el culo al ISIS”, y estado dispuesto a mencionar el islam radical como fuente de la amenaza terrorista contra Occidente, se siente incómodo, al igual que Obama, a la hora de reafirmar el poderío de EEUU. Sus instintos neoaislacionistas y su deseo de llevar a cabo un reaproximación a Rusia representan un cambio de tono respecto a Obama. Pero la decisión de la actual Administración de permitir a Rusia libertad de acción en Siria ya ha dado a Moscú lo que quería. No hay prácticamente nada que Trump pueda hacer para apaciguar a los rusos –incluido el que EEUU se distancie de los aliados de la OTAN en Europa del Este– que Obama no haya intentado ya con aciagas consecuencias.
Tal vez pueda preocupar a aliados árabes como Arabia Saudí y Egipto, que deben contar con la posibilidad de un futuro en el que Estados Unidos ya no esté dispuesto a mantener sus compromisos en la región; pero no será una situación diferente a su actual dilema, tras el acuerdo nuclear con Irán.
En cuanto a Irán, si se tiene en cuenta el discurso de Trump, se espera que se produzca un cambio drástico en la política de EEUU. Pero incluso ahí se tendrán que resolver las contradicciones del propio Trump para que la situación quede clara. Trump ha condenado, con razón, el acuerdo nuclear. Pero eso no significa que lo vaya a romper. Hacerlo también comportaría abrir un conflicto con Rusia e Irán respecto a Siria y la guerra contra el ISIS. A menos que Trump esté dispuesto a dar prioridad a un conflicto con Irán frente a su deseo de llevarse bien con Moscú y evitar nuevos conflictos, el acuerdo nuclear seguirá vigente.
¿Y en cuanto a Israel y los palestinos?
Barack Obama llegó a la presidencia no sólo profundamente convencido de la obligación de EEUU de negociar la paz entre Israel y los palestinos; también creía que la manera de lograrlo era marcando más distancias entre EEUU y el Estado judío. Mantuvo esa política durante ocho años, sin éxito. En sus últimos dos meses de presidencia, Obama podría intentarlo una vez más traicionando a los israelíes en Naciones Unidas y reconociendo la independencia palestina sin exigirles primero la paz.
En cambio, Trump parece que no se hace ilusiones sobre la voluntad de los palestinos de alcanzar la paz o sobre la utilidad de que EEUU ejerza presión sobre Israel. Nadie debería sorprenderse si no cumple algunas de sus promesas electorales, como la de trasladar la embajada de EEUU a Jerusalén. Trump desconcertó a los amigos de Israel al hablar de “imparcialidad” durante las primarias y de su deseo de alcanzar lo que llamó “un acuerdo inmobiliario”. Aún así, a diferencia de Obama, Trump no está obsesionado con la falacia de que, si se le dejara decidir su propio destino, Israel estaría condenado, o que haya que salvarlo de sí mismo. La abrumadora mayoría de los israelíes ha decidido que las nuevas retiradas de los territorios deberán esperar a que se produzca un cambio radical en la cultura palestina que lleve a sus líderes a producir la paz y a reconocer la legitimidad del Estado judío. Obama, y numerosos judíos progresistas críticos con Israel, cree que se debería obligar a Israel a retirarse de la Margen Occidental y de partes de Jerusalén, a pesar de la posibilidad real de que ello pueda crear una nueva Gaza, donde ya existe un Estado palestino terrorista independiente. Por desagradable que pueda ser el statu quo para ambas partes, es mejor que una imposición internacional que debilitaría a Israel y haría más probable una nueva oleada de matanzas.
Habrá una intensa presión internacional sobre Trump para que se ajuste a la posición de la Administración Obama de presionar a Israel, pero este es un asunto sobre el que su atípico enfoque podría propiciar una verdadera ruptura con décadas de políticas estadounidenses fallidas. Dicho esto, Israel y aquellas naciones árabes que lo vean como un aliado tácito a causa del acuerdo con Irán tendrán motivos para preocuparse si Trump sigue evitando implicarse en la región o se pliega a Rusia en su política iraní.
© Versión original (en inglés): Commentary © Versión en español: Revista El Medio