Investigadores del Instituto Weizmann de Ciencias (Israel) encuentran que una dieta alta en grasas produce alteraciones en estos microorganismos, que no se restablecen al adelgazar
La obesidad asociada a una alimentación alta en grasas altera durante largo tiempo a los microorganismos que habitan los intestinos, lo que propicia el efecto rebote después de una dieta de adelgazamiento. Así lo revela un estudio que este jueves publica la revista científica Nature. Se le suma otra investigación que aparece esta semana en Molecular Cell, que sugiere que la microbiota afecta al ADN de varios órganos y lo hace de forma diferente en función de lo que comamos.
Se trata de dos nuevos avances en el poco conocimiento que aún existe sobre la relación entre los millones de microorganismos que habitan los intestinos y los dueños de estas vísceras, que en el caso de los dos estudios eran ratones.
El trabajo publicado en Nature, liderado desde el Instituto Weizmann de Ciencias (Israel), se centra en el efecto rebote, también conocido como yo-yo, después de una dieta de adelgazamiento para la obesidad, la cual afecta a centenares de millones de personas en todo el mundo. Este efecto, que según los autores de promedio sufren cerca de un 80% de quienes se ponen a dieta, consiste no solo en una rápida recuperación del peso, sino también en un mayor riesgo de enfermedades como la diabetes, por los problemas que la obesidad supone para el funcionamiento del cuerpo.
Si hasta el momento varios estudios habían sugerido que la microbiota podía tener algo que ver en el efecto rebote pero no estaba claro de qué manera, los autores han constatado en ratones que es cierto y que tiene mucha relación con lo que comemos. Así, una dieta alta en grasas como la que puede inducir a la obesidad produce cambios en el tipo de microorganismos que habitan los intestinos, y estos cambios permanecen aunque se lleve a cabo una intensa dieta de adelgazamiento, baja en grasas y alta en fibras.
Todo apunta a que a la microbiota no le da tiempo a reponerse tan rápido como lo hace la parte más visible del cuerpo. Por lo tanto, al terminar la dieta con los microorganismos aún alterados, estos aceleran el efecto rebote coincidiendo con una vuelta al consumo elevado de grasas. El resultado: un nuevo aumento de peso, que según apunta el estudio, sería mayor a cada nuevo intento. “Si normalmente nuestra microbiota actúa como regulador para protegernos, en este caso parece actuar en nuestra contra”, explicó este martes en rueda de prensa el doctor Eran Segal, uno de los coordinadores de la investigación.
Los flavonoides, posible medicina
Entre los cambios que sufre la microbiota está, según se constató en la investigación, el incremento de la cantidad de unas bacterias que procesan los flavonoides, unas moléculas presentes en muchos vegetales y que tienen variados efectos beneficiosos para la salud. La consecuencia es la reducción de flavonoides en el cuerpo, lo que provoca una disminución en el gasto energético y un aumento de peso. Por este motivo los autores apuntan al potencial terapéutico de flavonoides u otras sustancias similares para neutralizar o revertir el efecto rebote.
Además, según explicó Segal, el grupo ya ha empezado una investigación en Israel en personas con obesidad, para observar qué cambios se producen en su microbiota después de una dieta de adelgazamiento. También en humanos, añadió, se intentará aplicar un método de cálculo basado en una máquina de aprendizaje automático que deduce el aumento de peso que puede suponer el efecto rebote en función de la composición de microorganismos del intestino, y que ya se ha utilizado en el estudio con ratones.
“Será todo un reto comprobar si pasa lo mismo en humanos”, observa por su parte el doctor Francisco Guarner, investigador del Vall d’Hebron Institut de Recerca (VHIR) y presidente del Comité Científico de Gut Microbiota for Health, que pone en valor el “interés clínico” que tiene el estudio por la preocupación mundial entorno a la obesidad.
También implicada en la epigenética
Por otro lado, el trabajo que publica Molecular Cell, liderado por la Universidad de Wisconsin-Madison e igualmente llevado a cabo con ratones, hace hincapié en los efectos de la microbiota intestinal sobre el ADN del organismo que la hospeda. Además, pone de manifiesto cómo, de nuevo, la dieta es clave en el funcionamiento de estos microorganismos.
En concreto, sugiere que comer muchas grasas saturadas y azúcares tiene como consecuencia una menor variabilidad de microorganismos en el intestino y una menor capacidad de estos para comunicarse con unas proteínas, llamadas histonas, que están empaquetadas con el ADN y que pueden determinar si un gen está se expresa o no, si está encendido o apagado. Es decir, que la microbiota interviene en lo que se llama epigenética, o modificación de la actividad del ADN sin cambiar su secuencia de genes, y lo hace de diferente manera en función de lo que se coma.
Los investigadores detectaron esto en el colon, pero también en tejidos más allá de los intestinos, como el hígado y el tejido graso. “Pensamos que puede ser similar en humanos”, explica a Big Vang Federico Rey, profesor del Departamento de Bacteriología de la Universidad de Wisconsin-Madison y uno de los coordinadores del trabajo. Uno de los próximos pasos, añade, es comprobar cuáles son los efectos a largo plazo de una dieta rica en grasas o de otra más rica en fibras y azúcares vegetales.
“Que la microbiota influya en la epigenética más allá del colon es sorprendente”, subraya en este caso el doctor Guarner. “Los dos estudios son aportaciones interesantes para entender mejor los procesos en los que intervienen los microorganismos de nuestros intestinos, que contienen muchos más genes de los que existen en el cuerpo humano. En entender esto estamos aún muy al principio”, concluye.
Fuente: La Vanguardia