Jerusalén para los cristianos, Yerushalayim para los judíos y Al Quds para los árabes. Para todos, esta ciudad por cuyos barrios se superponen y enredan los rastros de las principales religiones monoteístas del mundo es santa. Y, sin embargo, resulta paradójico que una ciudad tan espiritual cuyo nombre deriva de yerush, que significa casa, y shalom, que es paz, sea a la vez protagonista de tantas confrontaciones a lo largo de su dilatada historia.
Por Cristóbal Salvador
El motivo central de que todos hayan querido hacerla suya es que, en realidad, es algo de todos. Para los judíos es la ciudad que conquistara en torno al 990 a.C. el rey David o en la que su hijo, el rey Salomón, construyera el Templo cuya destrucción siguen llorando los judíos. Para los musulmanes es la tercera ciudad más sagrada del Islam después de La Meca y Medina, y, para los cristianos, el lugar en el que Jesús vivió su martirio para después resucitar. Probablemente en ningún otro lugar se rece tanto ni se conviva en tan tenso equilibrio. Y eso también es apasionante.
VIERNES
Si se ha llegado a la Jerusalén por la tarde no habrá mucho tiempo para visitas, así que lo mejor para tener la primera idea de conjunto será tomar perspectiva y el mejor lugar para ello es el Monte de los Olivos, que alberga un cementerio judío y regala una de las mejores fotografías de la ciudad, mucho más aún al atardecer. Desde este punto se distingue la Ciudad Vieja ceñida por murallas y con un brillo que deslumbra, el dorado de la Cúpula de la Roca. En el mismo monte está la basílica de Getsemaní, junto al huerto de los Olivos, en cuyo interior se custodia la roca en la que, según la tradición, Jesús oró la noche de su arresto, después de celebrar la Última Cena. Antes de descender del monte, otra parada, la iglesia donde la tradición ortodoxa sitúa la tumba de María, madre de Jesucristo.
SÁBADO
Mejor levantarse pronto para empezar a descubrir la esencia de Jerusalén, que guarda tras sus murallas. Cruzarlas implica estar preparados para disfrutar y entender una ciudad intensa que es capaz de seducir, fascinar y enloquecer de la misma manera, tan compleja como es. En la Ciudad Vieja se concentran los lugares más sagrados para las tres religiones y para acceder a ella hay ocho puertas; las más importantes son las de Jaffa, junto a la que se encuentra la Torre de David, y la de Damasco, que da acceso al barrio musulmán. Porque Jerusalén encierra tras sus muros cuatro barrios: cristiano, musulmán, judío y armenio. Accediendo por esta segunda, y tras dejar atrás el bullicio del mercado árabe que huele a incienso y especias y en cuyos cafés se fuma en pipa de agua, aparece sin mucho preámbulo la Vía Dolorosa, que, a través de las catorce estaciones que marcan el ascenso de Jesús a la cruz y cada día recrean miles de peregrinos de todo el mundo, incluso con la cruz a cuestas, culmina en la iglesia del Santo Sepulcro, erigida en el lugar llamado Gólgota, en el que fue crucificado, sepultado y después resucitó. Una visita a su interior, cuyas capillas y rincones están custodiados por diferentes confesiones, permite admirar la capilla de la Crucifixión, la del Calvario, la piedra de la Unción y el centro del templo, el Edículo, la pequeña cámara funeraria en la que se cree fue enterrado Jesús.
No lejos de allí, los judíos ortodoxos y ultraortodoxos oran y dejan sus deseos escritos entre las piedras del Muro de las Lamentaciones, el último vestigio del mítico Templo construido por el rey Salomón, hijo del rey David, destinado a contener el Arca de la Alianza y las Leyes que Yahvé otorgó a Moisés. El Muro preside una gran plaza, como una sinagoga al aire libre, donde los hombres rezan a un lado, con la cabeza cubierta, y las mujeres a otro, especialmente en sabbat, el día sagrado de la semana, que empieza el viernes a la caída del sol.
A la vuelta del Muro aparece nada menos que el recinto de Haram el Sherif, donde sobre las ruinas del templo de Salomón y un segundo templo judío se alzan la mezquita de Al Aqsa y la Cúpula que protege La Roca, el lugar sagrado por los musulmanes, una obra de arte recubierta de mosaicos y con coronada por su espectacular cúpula dorada, porque desde aquí Mahoma ascendió a los cielos y Abraham preparó el sacrificio de su hijo. Solo los musulmanes tienen acceso a ellos e incluso durante la hora de oración los turistas tienen restringido el acceso a la Explanada.
El recorrido por la Ciudad Vieja puede remartarse caminando por El Cardo, la antigua vía romana y bizantina que sacaron a flote las excavaciones y los barrios musulmán, armenio, judío y cristiano, antes de salir por la puerta de Jaffa. Difícil será que dé tiempo a más un sábado tan intenso en sensaciones, pero si es así hay muchos otros escenarios bíblicos para descubrir en Jerusalén, como el Cenáculo, el lugar donde se sitúa la Última Cena de Jesús con sus discípulos y en cuya planta baja está la tumba del rey David, o la iglesia de San Pedro in Gallicantu, un santuario bizantino levantado en la ladera oriental del monte Sion dedicado al arrepentimiento de Pedro, tras negar tres veces a Jesús. O la abadía de Hagia Maria, el lugar en el que, según la tradición, tuvo lugar la Dormición de la Virgen María, junto a la puerta de Sion.
DOMINGO
Pero para entender una ciudad tan fascinante y compleja como es Jerusalén también hay que salir de las murallas y conocer su cara más moderna, que tiene en la plaza Safra, donde se encuentra el Ayuntamiento, y en la de Zion, ideal para sentarse en una de sus terrazas, dos de sus lugares estratégicos, como lo son también la avenida Ben Yehuda y el barrio de Nahalat Shiv’a, un concurrido espacio peatonal bordeado de cafés.
Al norte de Jerusalén y a pocos minutos caminando desde la puerta de Damasco, también es interesante el barrio de Mea Shearim, donde vive la comunidad de judíos ultraortodoxos como siglos atrás y con su característico outfit, los hombres, con chaqueta larga negra, sombrero bajo, largas barbas y tirabuzones, y las mujeres, cubiertas con un pañuelo y acompañadas siempre de su ‘prole’.
Aunque siempre habrá tentadores puestos en el mercado de la Ciudad Vieja, en los que probar con el regateo, para las compras, el lujoso centro comercial Mamilla, entre la Puerta de Jaffa y el Hotel ciudadela de David. Aunque tentador no sé si será tanto como Mahane Yehuda, un mercado en el que pasear entre sus coloridos puestos de fruta, carne, queso o ropa y, de paso, aprovechar para degustar las especialidades hebreas en alguno de sus restaurantes y locales.
Si se dispone de la tarde, habrá que pasar por alguno de los museos de Jerusalén, como el Museo de Israel, con una destacada colección de arte y arqueología, que muestra, en un lugar destacado, los manuscritos del Mar Muerto. También el Yad Vashem, donde Israel conmemora a los millones de judíos víctimas del Holocausto; y la Torre de David, que además de mostrar ruinas arqueológicas regala unas vistas únicas de la ciudad. O también por The First Train Station (firststation.co.il/en), un dinámico espacio cultural donde no faltan restaurantes, cafés, tiendas y todo tipo de eventos y actividades.
Se podrían pasar no días, sino años descubriendo nuevos y significativos lugares en Jerusalén, e incluso toda la vida intentando entenderla, pero un fin de semana da de sí para primera aproximación a Jerusalén ya deja claro que no es un destino más. Tan fascinante, tan compleja. No existe una ciudad en el mundo con una atracción simbólica igual.
GUÍA PRÁCTICA
CÓMO LLEGAR
Jerusalén está a 60 kilómetros de Tel Aviv (una hora en coche), donde se encuentra el aeropuerto internacional de Ben Gurion, con conexión directa con España.
DÓNDE DORMIR
En el hotel Mamilla (mamillahotel.com), el más lujoso de la ciudad. Un cinco estrellas de diseño contemporáneo junto a la puerta de Jaffa, que marca el límite entre la ciudad vieja y la nueva, y cuenta también con algún bar referente para el ocio nocturno. También el legendario King David (danhotels.com), el gran hotel de la ciudad, de aire diplomático y con vistas incomparables desde su posición elevada de las murallas, los minaretes y las cúpulas de la ciudad. O, de la misma cadena, el Dan Jerusalem, Dan Panorama Jerusalem y Dan Boutique Jerusalem. Y otra opción, a unos kilómetros de la ciudad santa, es el hotel Alegra (hotelalegra.com), en Ein Karem, a 200 metros de la iglesia de la Visitación.
DÓNDE COMER
En The Eucalyptus (the-eucalyptus.com), un restaurante kosher en el barrio de los Artistas y muy cerca de las murallas que ofrece una interpretación moderna de la cocina bíblica y en el que todas las especias y hierbas usadas crecen, como en la antigüedad, en las colinas circundantes de Jerusalén y Judea. También en Machneyuda (machneyuda.co.il), un restaurante con cocina a la vista donde probar la moderna cocina israelí en el mismo mercado de Mahane Yehuda, y Adom (adom.rest/en/), en la antigua estación de trenes de Jerusalén y afamado por su excelente cocina, su amplia carta de vinos y su animado ambiente.
Fuente: Hola.com