Desde tiempos muy rémotos, incluso antes de la Conquista de América, nuestras tierras han sido un abánico de etnias. Desde los vikingos hasta los judíos, las tierras americanas pudieron haber sido visitadas, de forma esporádica y aleatoria, por distintos contingentes culturales. Si bien las investigaciones no han terminado todavía, los más recientes hallazgos arqueológicos en América han demostrado que el profesor Cyrus Gordon (1908-2001) quizá pudo haber tenido razón.
Por Vicente Quintero
Alberto Liamgot, en la edición #62 de la Revista Maguen-Escudo de la comunidad judía venezolana, hace un análisis de las distintas hipótesis sobre el legado hebreo en las comunidades precolombinas de América. Una de las más interesantes es la de Antonio de Montezinos (Aharon Leví), criptojudío portugués que viajó a América antes de 1644 y fue procesado por el Santo Oficio de la Inquisición. El portugués contó que se reunió con una comunidad indígena que lo recibió con el rezo hebreo «Shemá Israel», logrando persuadir al rabino Menasseh Ben Israel sobre la posible existencia de las Tribus Perdidas de Israel en el Nuevo Mundo.
Hasta los momentos, no se sabe con exactitud hasta qué punto los judíos penetraron América antes de Colón. Desde luego, lo que podemos afirmar es que no tuvieron el mismo ambicioso proyecto de los españoles y su presencia fue esporádica. Cabe destacar que, los grupos que pudieron llegar a América antes de Cristóbal Colón no lograron poblar extensamente estas tierras; la mayoría de los registros de sus viajes se borraron; no regresaron. En cambio, los españoles dirigieron una colonización planificada por las monarquías ibéricas, contando además con la intervención del papado.
Más allá de la todavía cuestionable presencia judía en los tiempos precolombinos, lo que sí está confirmado por los historiadores es que los hebreos acompañaron a Colón en su viaje y hasta financiaron su proyecto. Entre los financistas, destacan el banquero converso Luis de Santángelo, Francisco Pinelo y Abraham Senior. Los tres conocían el proyecto de Colón: conquisyar la Cansa Sancta de Hierusalém, aunque todavía las academias discuten lo que quiso decir Colón con ese término. De acuerdo a Manuel Moreno Alonso de la Academia Real de la Historia de España, una hipótesis sugiere que se pudo tratar de la construcción de la Beit HaMikdash.
En los casos de México y Venezuela, vemos algunas cosas interesantes. Según el investigador Seymour Liebman, los panaderos mexicanos tienen la costumbre de arrojar al fuego un trozo de la masa con la que han de preparar el pan. A su juicio, esta costumbre viene del precepto hebreo llamado “jalá”. En el Occidente de Venezuela, de acuerdo a Bernardo Zinguer y Temistocles Salazar, el pan andino podría tener una importante influencia judía sefardí que hasta ahora ha sido ignorada.
Hasta los momentos, la obra de la Historia del Judaísmo en Venezuela ha sido desarrollada por personajes como Jacob Carciente e Isidoro Aizenberg. En tiempos del Santo Oficio de la Inquisición, los conversos que todavía practicaban el judaísmo en secreto corrían el riesgo de ser castigados. No obstante, en Venezuela se abrieron muy pocos expendientes en contra de criptojudíos, según las investigaciones del historiador venezolano Pedro Vicente Sosa Llanos. Aunque en la Colonia las ciudades principales venezolanas tuvieron un Comisariato de la Inquisición, lo cierto es que, para procesar los casos más graves, los pueblos y las ciudades de lo que hoy se conoce como Venezuela dependieron de los tribunales ubicados en Cartagena de Indias, Ciudad de México y Lima.
Caracas fue fundada el 25 de julio de 1567 por Diego de Losada, aunque tuvo como primer antecedente el hato ganadero establecido por Francisco Fajardo, llamado “San Francisco”. Lo que la mayoría de los venezolanos ignora es que, de todos los españoles que acompañaron a Losada, uno de ellos pudo haber sido judío: Abraham Cea (Zea). Víctor Cherem Laniado, en la edición #116 de la Revista judía venezolana Maguén-Escudo dice lo siguiente: «El aporte de alimentos lo asegura al atender el conquistador la tierra y el ganado, y dedicarse el aborigen a la caza y la pesca, dejando a los más diestros la posibilidad de ejercer su oficio, entre ellos… el judío Abraham Cea con la casa de cambios». Estamos hablando del año 1567… mucho antes de la inmigración de judíos sefardíes en el siglo XIX y la de azhkenazíes en el siglo XX, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial.
Desde hace años, el Museo Sefardí de Caracas se ha planteado la ampliación de la Historia del pueblo hebreo en Venezuela, lo cual es, sin duda alguna, una tarea muy sublime y difícil. Aunque es posible hacer un rastreo de la Historia del judaísmo en Venezuela a través del Archivo de la Nación en Caracas, del Archivo Arquidiocesano en Caracas y del Archivo de Indias en Sevilla, uno tiene que entender que se está haciendo el esfuerzo de seguirle la pista a un pueblo que hizo todo lo posible por esconder su identidad para resguardar la vida de los suyos. En la sección “Limpieza de Sangre” del Archivo General de Venezuela, por ejemplo, vemos el expediente de Gabriel Salom. Este apellido es una variante de Shalom, que en hebreo significa paz.
Todo esto nos hace reflexionar sobre la riqueza étnica de Venezuela. Desde el indígena «originario» de la era precolombina hasta los más recientes inmigrantes judíos, la cuota histórica de participación del pueblo hebreo en el perfil étnico del venezolano no es despreciable. En Venezuela, la contribución de los judíos en la ciencia, la política, la defensa militar y la economía ha sido notable. Gracias a «Memorias», la obra escrita por la judía alemana Emma Meyer en el año 1874, es que conocemos la Historia de Abraham Heinrich Meyer, un judío alemán que acompañó a Simón Bolívar en muchas de sus luchas. No olvidemos tampoco que el Banco de Venezuela, el primer banco nacional, fue fundado por un judío llamado Isaac José Pardo Abendana. Y que Simón Bolívar fue apoyado por Mordechai Ricardo, Joshua Naar, Abraham de Meza y muchos otros.
Fuente: ElNacional