El servicio secreto israelí es el principal sospechoso de la muerte del científico iraní, acribillado a balazos esta semana
Por Sal Emergui
El asesinato de Mohsen Fakhrizadeh se suma a la lista de acciones contra figuras o instalaciones clave del programa nuclear iraní -ya sea bombas adosadas por motociclistas armados o gusanos informáticos- atribuidas al Mosad por Irán. Siguiendo el guión conocido, los organismos de seguridad israelíes se mantienen en silencio ante la desaparición de quien consideraban «el padre del plan nuclear militar iraní» y elevan la alerta en sus embajadas ante las promesas de una «severa venganza» procedentes de Teherán. No se cree que Irán lance un ataque directo en los próximos días pero sí que pueda movilizar a grupos armados bajo su paraguas en Líbano, Siria o Gaza.
Tras el nuevo golpe a su capacidad de disuasión y de seguridad en su propia casa, Irán ha decidido responder al asesinato de su científico nuclear más importante y, hasta el viernes, mejor protegido. La pregunta de cómo y dónde tiene en cuenta la segura contrarréplica de Israel y quizá de EEUU en las últimas semanas de la Administración Trump.
Fakhrizadeh era un desconocido para al 99,9% de los israelíes pero no para sus servicios secretos que seguían sus pasos, ni para la CIA o la Agencia Internacional de Energía Atómica que desde hace años pedía sin éxito reunirse con él. «Su relevancia en el campo nuclear iraní es comparable a la de Qasem Soleimani en el despliegue de milicias y terror en la región», dice a EL MUNDO un ex miembro de la Inteligencia israelí en alusión al comandante muerto en un ataque aéreo estadounidense en Irak a principios de año. Los dos compartían pertenencia a la Guardia Revolucionaria y la confianza del Ayatolá Ali Jamenei.
La gruesa protección en torno al científico nuclear aumentó a partir de 30 de abril del 2018, cuando su nombre salió de la boca del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, al presentar lo que definió como «archivo secreto militar iraní». Entre los 100.000 documentos extraídos meses antes por agentes del Mosad en una fábrica en las afueras de Teherán, Netanyahu le señaló como el responsable del «Proyecto AMAD», cerrado tras ser revelado en 2003, y después de SPND del ministerio de Defensa. «Una parte clave del plan era formar nuevas organizaciones para continuar el trabajo. Así es como Mohsen Fakhrizadeh, jefe del Proyecto Amad, lo expresó. Recuerden ese nombre, Fakhrizadeh», pidió entonces. Irán negó sus acusaciones y reiteró que su programa nuclear tiene fines pacíficos.
Netanyahu ahora mantiene silencio. No así el ministro Yuval Steinitz que comenta: «No tengo ni idea quien lo hizo y creo que los iraníes tampoco lo saben pero no hay duda que se trata de un golpe significativo al programa nuclear iraní cuyo objetivo final es eliminarnos».
En caso de que fuera obra del Mosad, es fruto de la plena coincidencia entre la ventana de oportunidad operativa y geopolítica poco antes de que la investidura de Joe Biden introduzca nuevas reglas en la partida diplomática y encubierta. Aunque una misión tan compleja requiere información exacta, una red de colaboradores locales con experiencia (lograron huir tras el tiroteo) y al menos un año de preparación, la orden no hubiera sido dada sin el apoyo activo de Washington. La primera reacción de Trump fue retuitear un periodista israelí que informó del asesinato.
Antes de los comicios, afirmó que llamaría a Teherán para intentar un nuevo acuerdo nuclear. Desde su derrota, presión y más presión. No es casual la información según la cual se planteó atacar las centrales nucleares iraníes. O la filtración a The New York Times del asesinato en Teherán del número dos del grupo terrorista Al Qaeda, Abdulá Ahmed Abdulá a cargo del Mosad por encargo de EE.UU. La revelación de algo que sucedió el pasado 7 de agosto y no confirmado por Israel o Irán buscaba denunciar el cobijo dado por el régimen iraní a cabecillas de Al Qaeda. También un mensaje a Biden dispuesto a reanudar el acuerdo nuclear abandonado en 2018 por Trump que además restauró las sanciones.
MANOS LIBRES
Aunque el programa nuclear iraní cuenta con la oposición de EEUU y el bloque árabe liderado por Arabia Saudí, su verdadero enemigo es Israel. Más en concreto, el Mosad. Su jefe en el 2006, Meir Dagan recibió el encargo de tomar las riendas de la campaña israelí para desbaratar o al menos retrasar el desarrollo del proyecto. Una función traducida-según acusó Irán- en la muerte de cuatro científicos nucleares vinculados al plan entre 2010 y 2012. Un documental en el canal público israelí reveló que el primer ministro Ehud Olmert (2006-2009) ordenó suspender en el último momento una operación del servicio secreto para acabar con el más importante de todos ellos: Fakhrizadeh.
Con la cobertura estadounidense, especialmente de Mike Pompeo y la CIA, el actual jefe del Mosad, Yosi Cohen, ha intensificado las misiones en la sombra. Preguntado una vez por el pacto nuclear iraní del 2015, contestó: «El único acuerdo del Mosad es con los ciudadanos israelíes de que Irán no tendrá armas nucleares».
Cohen ha trabajado en dos líneas paralelas que desembocan en el mismo vértice. Por un lado, la vía diplomática secreta con países árabes suníes para reforzar la alianza ante el enemigo común chií contribuyendo también a la firma de los acuerdos con Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Sudán. Por otro, la vía de espiar y golpear el plan nuclear de Irán.
Fuente: ElMundo.es
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