El país persa ha crecido en capacidad militar y amenaza atómica. Y crece, también, la autocrítica por el retiro de EE.UU. del plan nuclear de Viena.
Por Marcelo Cantelmi
El mundo está volviendo a enfocarse en Irán por el riesgo de un desastre nuclear que algunos analistas se atreven a calificar de inminente. La tensión con la potencia persa es junto con Ucrania uno de los principales desafíos que veremos extendidos este año que comienza. Pero ¿por qué regresa este espectro?
Uno de los ejes de este escenario es la difícil negociación que el gobierno de Joe Biden impulsa para intentar resucitar el acuerdo nuclear de Viena, JCPOA en sus siglas en inglés, que EE.UU. firmó en 2015, en épocas de Barack Obama, junto a Francia, Alemania, Reino Unido, Rusia, China con el propósito de frenar el desarrollo atómico de la teocracia.
Ese pacto se labró con un gobierno moderado iraní, que miraba con amplitud a Occidente, comandado por el clérigo Hassan Rohani. Duró apenas dos años.
Donald Trump, fuertemente influenciado por el gobierno israelí de Benjamín Netanyahu y por las coronas árabes, todos duros críticos de cualquier acercamiento con la potencia persa, lo hizo caer en 2018.
Junto con el retiro de EE.UU. del convenio, Trump retomó las sanciones anteriores y las extendió hasta redondear un millar en un extraordinario esfuerzo para asfixiar económicamente al país y generar una rebelión contra la teocracia. No funcionó.
El magnate populista y sus socios suponían que de ese modo lograrían recortar la influencia de Irán en la región, cosechada especialmente en la posguerra siria.
El presidente de Irán, Ebrahim Raisi, en una imagen de junio. Foto: BLOOMBERG
No era el pacto nuclear lo que estaba en cuestión sino ese crecimiento estratégico que se consolidó después de que Rusia entró en el conflicto y lo dio vuelta a favor del régimen de Bashar al Assad, aliado carnal de Teherán.
Más poder a los halcones
El argumento para la ruptura era que la negociación no había contemplado un capítulo sobre desarrollo de misiles, un punto que nunca estuvo previsto.
Lo que acabó sucediendo es que se liberaron fuerzas que hasta ese momento estaban bajo un relativo control, en el camino ideal de transformar a Irán de causa en nación como señaló un inevitable ex canciller norteamericano.
Las embestidas occidentales, en cambio, fortalecieron a los halcones del régimen en detrimento de las palomas dialoguistas y el poder pasó recientemente a un jurista fundamentalista, Ebrahim Raisi, un fanático de ideas medievales sobre el lugar de Israel en el mapa.
En ese camino de fallidos figuran el asesinato en Bagdad del legendario comandante Qasem Soleimani, líder de la Fuerza Al Quds y, más recientemente, del máximo científico nuclear iraní Mohsen Fakhrizadeh en una emboscada en cercanías de Teherán. Acciones que fueron estridentes pero improductivas para modificar el escenario.
El cortejo fúnebre tras el asesinato del comandante de la Fuerza Al Quds Qasem Soleimani, en enero de 2020, en Bagdad. Foto: AFP
Un error difícil de corregir
Ahora la percepción del error en aquella estrategia aflora generando, de paso, modificaciones cruciales en el mapa geopolítico regional. Irán no solo no ha retrocedido sino que, liberado por EE.UU. del compromiso del acuerdo, modernizó su estructura nuclear, con un enriquecimiento de uranio desde el autorizado 3,67 por ciento que sirve para el funcionamiento de usinas de electricidad a 60%, cercano a los niveles necesarios para una bomba.
Además, redujo significativamente el lapso para obtener ese artefacto y convertirse en el décimo país nuclear de la tierra después de Corea del Norte. Pero también ha devenido en una extraordinaria potencia militar con un arsenal misilístico de alta precisión que torna muy compleja y peligrosa la noción de una guerra sencilla contra ese país que involucraría a toda la región.
“Si bien Israel aplaudió la retirada del presidente Donald Trump del acuerdo en 2018, un número cada vez mayor de ex funcionarios de seguridad israelíes están culpando públicamente a su gobierno por esa oposición y advierten que las sanciones económicas a Irán no lo disuaden de hacer avanzar peligrosamente su programa nuclear”, escribe Shira Rubin, corresponsal de The Washington Post en la región y posiblemente una de las mayores especialistas sobre el terreno.
Esos funcionarios afirman que el acuerdo pudo ser malo pero la alternativa resultó peor. “La política de máxima presión basada principalmente en sanciones no ha logrado evitar que irán aumente cantidad y calidad de su uranio enriquecido”, concluyen.
El principe saudita Mohammed bin Salman. Foto: AFP
El actual gobierno del ultraderechista Naftali Bennett en Israel no varió inicialmente su posición de la de Netanyahu cuestionando otra vez las negociaciones en Austria que intentan recuperar el pacto.
Pero recientemente ha dicho que “no somos eternos opositores al acuerdo. Finalmente se puede arribar a un acuerdo bueno”.
Un dramático cambio de posición de Israel, resume otro enorme observador en la región, el economista argentino Daniel Kupervaser.
Ya en setiembre, el ministro de Defensa israelí Benny Gantz le había dicho a Foreign Policy que su país aceptaba la posibilidad de volver a cuadrar a Irán en una negociación, pero manteniendo la amenaza militar sobre la mesa.
Esos giros los anticiparon las potencias árabes temerosas de quedar atrapadas en medio de un conflicto desatado entre EE.UU., Irán e Israel si no se desactiva el peligro de guerra. En un amplio informe en The New Yorker, los funcionarios de la Casa Blanca reconocen que si la diplomacia fracasa e Irán continua acelerando su programa atómico, Estados Unidos “puede enfrentar una crisis nuclear en el primer trimestre de 2022” .
El gobierno de Bennett ha proclamado que no es aceptable que la potencia persa se dote de un arma nuclear y el líder iraní ha replicado que la cuestión de los misiles –cuya modernización, alcance y precisión, sorprende a los estragas occidentales- está totalmente fuera de cualquier agenda.
Un mapa que muestra alguno de los sitios de enriquecimiento de uranio en Irán. Foto: AFP
Queda así armado un callejón: si no se bajan las sanciones no hay avance, si no se bajan los misiles, tampoco.
Ese encuadre explica la preocupación de las autocracias árabes. Saben que Israel ha designado una primera partida de 1.500 millones de dólares para preparar a sus fuerzas armadas para un potencial ataque contra los sitios nuclear iraníes, que en gran medida están ocultos en grandes cavernas construidas bajo la tierra.
“Israel no puede vivir en una situación en la cual los iraníes están cada vez más cerca de la bomba”, le dice a la BBC el ex asesor de seguridad israelí Yaako Amidror.
“No veo otro camino que bombardear eso, porque no veo que los iraníes retrocedan de sus sueños de contar con un paraguas nuclear bajo el cual pueden ser aún más agresivos de lo que son hoy”, agrega.
Los árabes, aliados de Israel y EE.UU., ven las cosas desde otra perspectiva y con enormes cuotas de realismo. Este mes que finaliza, un importante jerarca de los Emiratos Árabes Unidos, el Sheikh Tahnoon bin Zayed al-Nahyan, apareció imprevistamente en Teherán donde fue recibido nada menos que por el presidente Raisi.
Fue el encuentro de más alto nivel entre funcionarios iraníes y emiratíes en una década, y marcó lo que un alto dirigente de la teocracia definió como «un nuevo capítulo» en las relaciones entre esas dos veredas, antes en extremo hostiles.
Hay otros movimientos relevantes. Además de Irán, los Emiratos se están acercando a Turquía y Siria, de los que han estado alejados durante años, y a Qatar, donde se había sumado en 2017 a Arabia Saudita en una disputa contra ese país cercano a Irán, impulsada por Trump en 2017 que resultó en la ruptura generalizada de relaciones.
La visita del influyente emiratí no ha sido la única sorpresa en esta reformulación del mapa regional. A comienzos de este diciembre, fue el propio príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman, el gobernante saudí de facto, quien viajó a Doha, la capital de Qatar, para recomponer las relaciones y aún más allá. Dato al pie de página: Qatar e Irán comparten el mayor yacimiento de gas natural del mundo, el South Pars-North Dome, ubicado en el Golfo Pérsico.
También los sauditas
Pero además, la corona de Riad está reescribiendo toda su estrategia con un dialogo directo y muy difícil con Teherán que se realiza en Bagdad con la mediación del gobierno de Irak. La intención es claramente preventiva. Apuestan a que Irán se quede en el umbral de su potencial atómico a cambio de obtener beneficios que antes todos esos países le negaban. Una fórmula de apaciguamiento y nuevamente de realismo.
Hay un jugador inevitable en este escenario. China ha desembarcado con una influencia creciente y dispuesta a convertirse en la potencia reguladora en la región de Oriente Medio a favor de que EE.UU. quitó prioridad a la región paradójicamente para enfocarse en Beijing.
El ex presidente Donald Trump y el ex premier israelí Benjamín Netanyahu, autores de la ruptura del pacto nuclear con Irán que ahora la mayoría busca rescatar. Foto: Blooomberg
La República Popular ya ha construido un sólido lazo con Irán pero también con Israel y busca que todo ese espacio se integre a su ambiciosa Ruta de la Seda, un torrente de inversiones para generar una autopista de su comercio hacia Occidente. el Canal de Suez de Egipto es la única conexión marítima del proyecto, justamente.
En ese sentido hay una novedad que preocupó aunque seguramente no asombró a EE.UU. Los Emiratos, que son un aliado carnal de Washington, acaban de cancelar una multimillonaria compra de aviones F-35 Stealth, las joyas del arsenal norteamericano, el primer acuerdo de ese tipo con un país árabe armado durante el trumpismo.
En cambio, firmaron un convenio con Francia para adquirir 80 aviones de combate a un costo de 20 mil millones de dólares. Una pequeña venganza del presidente Emmanuel Macron después de que EE.UU. sin aviso previo le birló la venta de una enorme flota de submarinos a Australia.
Lo interesante de esta novedad es que la cancelación se hizo en rechazo de una cláusula que impuso Washington y que condicionaba la venta de los F-35 a que Emiratos rompiera un contrato con China para el uso de la tecnología de Huawei y su 5-G en su red de telecomunicaciones.
Esa rebelión tiene un costado aún más llamativo y que pasa por la veloz reconstrucción del vínculo comercial entre el país árabe e Irán.
“Parte del aumento del comercio sugiere que los Emiratos, un centro bancario regional, estaría ayudando a Irán a acceder a divisas violando las sanciones norteamericanas al facilitar las exportaciones de petróleo iraní a China”, según le dijo al Washington Post Esfandyar Batmanghelidj, un politólogo que integra el Consejo Europeo de Relaciones Internacionales.
Washington hace la vista gorda frente a esas violaciones porque no puede revertir esa dinámica y porque además, arriesga todo lo posible y contra reloj a las negociaciones de Austria. Una difícil apuesta. Posiblemente tan dramática como tardía.
Fuente: Clarin-ar
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