Tras año y medio en la oposición, el veterano dirigente del Likud vuelve al poder anunciando como principales misiones evitar un Irán nuclear y normalizar relaciones con más países árabes. Su Gobierno exige reformas del poder judicial
Por Sal Emergui
Bajo la preocupación de los sectores liberales y progresistas en Israel, el Gobierno ultraconservador de Benjamín Netanyahu ha sido investido en la Knésset rompiendo quizá la cadena sin precedentes de elecciones (cinco desde 2019) pero no la aguda polarización del país reflejada en la manifestación de protesta este jueves ante el Parlamento en Jerusalén. El dirigente que en su primera etapa como primer ministro en 1996 se mostró a favor de limitar el mandato a dos legislaturas seguidas (ocho años), iniciará el 2023 al frente de su sexto Ejecutivo. En los meses de negociación tras los comicios del 1 de noviembre, sus socios de Gobierno han demostrado que no serán fáciles de gestionar con algunas demandas que, de cumplirse, provocarán tensiones con el poder judicial israelí, el liderazgo palestino y la Administración Biden.
Con 64 de los 120 diputados, la coalición más derechista en la historia de Israel (el conservador Likud, dos partidos ultraortodoxos y tres pequeñas formaciones ultranacionalistas) sustituye a la más heterogénea (ocho partidos de izquierda, centro y derecha y uno árabe) que hace año y medio envió a Netanyahu a la oposición tras 12 años seguidos en el poder. Si en el 2021 el bloque opositor puso el grito en el cielo -y nunca mejor dicho- ante la «erosión del carácter judío de Israel», ahora la oposición liderada por el centrista y ex primer ministro Yair Lapid alerta ante la «la erosión del carácter democrático de Israel».
«Escucho gritos de ‘fin de democracia’. Perder en las elecciones no es el fin de la democracia sino ¡la esencia de la democracia!», exclamó Netanyahu mientras desde la oposición le gritaban «débil» en alusión a sus concesiones en las negociaciones con sus socios de Gobierno que Lapid define como «saqueo de las arcas y los valores democráticos de Israel».
Tras admitir que pasa el relevo con inquietud, Lapid hizo un repaso de lo realizado citando el acuerdo marítimo con Líbano, la lucha pública y encubierta contra el plan nuclear iraní, la condición de cuarta economía con mejor desempeño (según Economist) y la situación de mayor calma frente a la Franja de Gaza del grupo islamista Hamas en los últimos 15 años. Presentó como herencia una «excelente» situación diplomática, económica y militar para pedir al nuevo Gobierno: «Intentad no destruir todo esto, volveremos pronto».
En su discurso de investidura, Netanyahu anunció dos grandes misiones: «Frustrar los esfuerzos de Irán en el desarrollo de armas nucleares que amenacen a Israel y a todo el mundo y ampliar el círculo de paz con los países árabes con el objetivo de acabar con el conflicto israelí-árabe». Lapid reveló que su Gobierno puso los cimientos para un acuerdo con Arabia Saudí.
El bloque de Netanyahu aprobó varias leyes polémicas como la que da al ultranacionalista Bezalel Smotrish, la parcela con rango de ministro en el Ministerio de Defensa con responsabilidades sobre la administración civil en Cisjordania. O la que concede al ministro de Seguridad Nacional, el ultraderechista Itamar Ben Gvir más competencias de las que suele tener el cargo. El nuevo titular de Defensa, Yoav Galant, tendrá menos poderes que sus antecesores. El jefe del Ejército, Aviv Kochavi, llamó a Netanyahu para protestar y advertir que los cambios pactados son dañinos para la seguridad. Lo hizo en nombre de Herzi Halevi que le sustituirá el 17 de enero. Netanyahu le contestó que no tomará decisiones sin escuchar a la cúpula militar.
La «Ley Deri» adelanta el anunciado choque entre el Gobierno y el estamento judicial después de que el Tribunal Supremo haya decidido tratar el próximo jueves los recursos contra esta normativa que permite a Arieh Deri ser ministro pese a ser condenado por delitos fiscales (sentencia en suspense) hace 11 meses.
El ejecutivo número 37 de Israel se compromete a limitar el poder del Supremo para anular leyes y nombrar jueces. Los rivales de Netanyahu denuncian que el motivo del apoyo de ‘Bibi’ a las reformas es su juicio por corrupción. Empresarios de High Tech, ex miembros de la Fuerza Aérea, ex embajadores y ex juristas firmaron manifiestos avisando contra medidas que puedan dañar la separación de poderes, la economía, los derechos de varios grupos de la sociedad o las relaciones exteriores. «Se trata de un Gobierno contra el Estado de Israel. Si triunfa, será nuestra destrucción», ha avisado el ex primer ministro Ehud Olmert.
Amir Ohana (Likud), que ha pasado hoy a la historia como primer homosexual en ser nombrado presidente del Parlamento, ha prometido que no se vulnerarán los derechos de la comunidad LGTB en un intento para calmar los temores causados por la concesión de competencias sobre los programas externos de Educación al diputado Avi Maoz conocido por su agenda homófoba o por la posibilidad de una enmienda de ley-hoy sin mayoría- que permita discriminarles. «Se mantendrán los derechos de todos los ciudadanos independientemente de su religión u orientación sexual», replica Netanyahu reprobando las declaraciones de hace unos días de un diputado a favor de que un negocio privado pueda tener derecho a no dar servicios a un cliente y de otra que planteaba que un médico no trate a un paciente sino hay otro disponible alegando en ambos casos «creencia religiosa». Las palabras de Ohana y Netanyahu no calmaron a unos 2000 manifestantes que al anochecer bloquearon el principal acceso de Tel Aviv.
Ministerios importantes aunque con menos competencias como Exteriores y Defensa permanecen en el Likud pero sus socios han aprovechado que Netanyahu se quedó sin alternativas (partidos de centro e izquierda le boicotea sobre todo por su juicio por corrupción) para obtener numerosos cargos y propuestas de ley relacionadas con el sistema judicial, partidas presupuestarias o una mayor construcción en las colonias en territorio ocupado en la guerra del 67.
Gran parte de los acuerdos de coalición habitualmente no se cumplen en Israel y muchas de las promesas electorales de Netanyahu suelen quedarse en promesas. El veterano dirigente firmó casi «lo que sea» para volver al poder donde espera que su experiencia y los avisos de EEUU le ayuden a frenar las exigencias de sus ministros más radicales y evitar así escalar aún más la situación con los palestinos. De momento, insinúa que no modificará el Statu Quo. Nadie cree que se reanude el proceso de paz basado en dos Estados pero tampoco, debido sobre todo al veto de Biden, que haya la anexión de colonias en Cisjordania.
A sus 73 años y al frente de su sexto Gobierno, Netanyahu inicia su tercera etapa llevando las riendas de Israel como primer ministro más longevo en la historia del país.
Fuente: ElMundo.es
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