Tras el brutal atentado del viernes pasado en Jerusalén, que mató a siete personas, miles de palestinos celebraron en las calles el derramamiento de sangre, repartiendo dulces, bailando y hasta lanzando fuegos artificiales
El pasado viernes, siete civiles, entre ellos un niño de 14 años, fueron asesinados en un atentado terrorista palestino perpetrado en Jerusalén.
Mientras en Israel la tristeza y el llanto se hacían presentes en cada hogar, miles de palestinos salían a las calles a celebrar este derramamiento de sangre, repartiendo dulces, bailando y hasta lanzando fuegos artificiales.
A la mañana siguiente un niño palestino de 13 años perpetró otro atentado terrorista a apenas metros de la Ciudad Vieja de Jerusalén, hiriendo de gravedad a un padre y su hijo que caminaban por el lugar.
Esa es la triste realidad. Cuando un niño de 13 años ve cómo un “mártir” se convierte en héroe nacional por asesinar a 7 civiles inocentes que estaban a la salida de un lugar de culto, se convierte en casi natural que salga al día siguiente con una pistola para emular a su ídolo disparando contra otros civiles que caminaban por la calle.
Y, sin embargo, el problema es aún más profundo.
Los niños palestinos pasan años consumiendo semillas de odio constantes desde edad muy temprana. En el aula utilizan libros de estudio que normalizan el terrorismo, borran a Israel del mapa y los alientan a convertirse en mártires.
El terrorista de 13 años que perpetró el atentado este sábado había leído textos en la clase de literatura en la escuela, el lugar donde debería aprender sobre tolerancia y paz, que glorificaban a palestinos “que cortaron los cuellos de los soldados enemigos” y en la clase de educación islámica le habían enseñado que la muerte como mártir es un “deber”. En las clases de matemáticas en séptimo grado enseñan sobre la fuerza de gravedad y la teoría de Newton con el ejemplo del uso de hondas y piedras que lanzan hacia los soldados israelíes.
Incluso hay escuelas completas nombradas en honor a terroristas palestinos, como una escuela en la zona de Hebron en honor a Dalal Mugrabi, la mujer que lideró el más grave atentado terrorista palestino en la historia de Israel en el cual secuestraron un autobús israelí, matando a 38 civiles, entre ellos 13 niños.
La cultura de muerte palestina se alimenta también de la política oficial de la Autoridad Palestina.
No debe haber muchos lugares en el mundo donde las autoridades gubernamentales mantienen, abiertamente, una política que recompensa a quien asesina a civiles inocentes. La Autoridad Palestina sí.
El gobierno dirigido por Mahmoud Abbas paga salarios mensuales a los terroristas (y en caso de haber sido abatidos en el atentado, a sus familiares) que derramaron la sangre de israelíes. Mientras más personas hayan sido asesinadas en el atentado o mayor tiempo deban estar en la cárcel por sus actos, mayor pago reciben.
Así, por ejemplo, la Autoridad Palestina ha pagado ya más de 200.000 dólares a los terroristas que asesinaron a sangre fría a 5 miembros de una familia israelí, Ruth y Ehud Fogel así como 3 de sus hijos de entre 11 años y 3 meses, mientras dormían en su casa.
En total, la Autoridad Palestina paga más de 150 millones de dólares al año en recompensas por estos actos terroristas.
Todo esto, sin siquiera hablar de los palestinos que viven en la Franja de Gaza, bajo dominio de la organización terrorista Hamas, que “disfrutan” de campamentos de verano donde enseñan a los niños a apuñalar, los adoctrinan para convertirse en mártires y simulan el secuestro de soldados israelíes.
Un poco más lejos, en Teherán, algunos de los diarios más cercanos al régimen iraní publicaban en la portada la foto del terrorista que perpetró el atentado en la sinagoga en Jerusalén, considerándolo un héroe mientras una plaza en la ciudad sigue mostrando una “cuenta regresiva” para la destrucción del Estado de Israel.
El mismo fin de semana que el mundo pronunció al unísono “NUNCA MÁS” por el Día Internacional del Holocausto, judíos fueron asesinados una vez más por el simple hecho de ser judíos. El duelo por el genocidio del pasado se sumó dolorosamente al duelo por las víctimas del terrorismo palestino del presente.
Cambiar esta realidad es esencial para poder siquiera soñar con la paz en uno de los conflictos más duraderos de la humanidad. Cuando una sociedad celebra la muerte, sepulta la esperanza de un futuro diferente.
*Gabriel Chocron, venezolano-israelí, politólogo y comunicador social. Cofundador de Conexión Israel y ex portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel en Cisjordania.
Fuente: Infobae
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