Varios ministros participan en la marcha y piden a Netanyahu que «no capitule» ante el polémico proyecto
Por Sal Emergui
Si el anuncio del plan para realizar profundos cambios en la relación entre el estamento judicial y el resto de poderes en Israel desató masivas manifestaciones de protesta que este sábado alcanzarán su decimoséptima semana consecutiva, su suspensión ha movilizado a la derecha.
Entre 150.000 y 200.000 personas-identificadas con el bloque de partidos derechistas y religiosos que componen la coalición- se dieron cita este jueves por la tarde en los alrededores de la Knésset en Jerusalén para exigir la aprobación de la reforma judicial. Es decir, pedir al primer ministro y líder del Likud, Benjamin Netanyahu, que quite el freno que él mismo puso a finales de marzo a raíz de las masivas protestas (incluyendo de reservistas) en todo el país, las críticas de EEUU y el daño palpable y potencial en la economía. Desde entonces, representantes del Gobierno y oposición dialogan en la sede presidencial para alcanzar una legislación consensuada.
Entre los manifestantes este jueves por la noche, se pudieron ver y escuchar a numerosos diputados y ministros de la coalición empezando por el gran promotor del proyecto judicial, el titular de Justicia, Yariv Levin. «Todos juntos queremos enviar un mensaje a los que temen los resultados de la reforma. Nosotros no queremos el control del poder judicial sino que el poder judicial sea de todos, liberales y conservadores. Un tribunal que apoye a los soldados y no a los familiares de los terroristas», afirmó en un discurso en el que reiteró sus duras críticas al Supremo. «No hay una mentira más grande que decir que esta reforma provocará una dictadura», señaló entre fuertes aplausos. Netanyahu, que no hizo acto de presencia en el acto, se declaró en Twitter «profundamente emocionado del enorme apoyo del campo nacional».
Varios partidos integrantes del ejecutivo participaron en la financiación de la llegada de manifestantes para que a fin de cuentas les pidan de forma pública que aprueben las leyes que ellos suspendieron. Como la que concede al Gobierno la mayoría en el nombramiento de jueces o la que reduce considerablemente la capacidad del Tribunal Supremo para tumbar leyes del Parlamento. El objetivo de la convocatoria, mostrar que la calle israelí no sólo pertenece a los detractores del plan de Levin. «Nuestro error al principio fue no manifestarnos como ahora y creer que con la Knésset era suficiente», dice Sara, votante del Likud, a EL MUNDO.
La manifestación tenía un doble mensaje. Por un lado, expresión de gran malestar ante lo que consideran «freno de la reforma debido a las élites y el Supremo que anulan la voluntad expresada en las urnas». Uno de los gritos más repetidos ha sido «¡64!» en alusión al número de sus diputados que son mayoría en un Parlamento de 120 escaños. Los rostros de la presidenta del Supremo y de la asesora legal del Gobierno fueron desplegados en un póster en el suelo siendo pisados por manifestantes.
Por otro lado, un aviso «amistoso» a Netanyahu para que «no ceda» ante la presión interna y externa. «Si desde el Gobierno se transmitiera la sensación de que se completará la reforma seguramente esta protesta no hubiera tenido lugar», admite Matan Peleg, conocido activista derechista y partidario del primer ministro. Según él, «precisamente para reforzar la democracia y acabar con la dictadura del Supremo, los cambios son vitales». Una opinión radicalmente opuesta a la de los manifestantes que salen a las calles contra lo que definen «revuelta judicial que pretende acabar con la democracia».
En las masivas protestas contra el plan judicial, participan ciudadanos de izquierda, derecha y sobre todo el centro movidos también por un sentimiento de lucha por la identidad de su país para que sea al judío, liberal y secular, sin la exención militar de jóvenes ultraortodoxos y sin la presencia de ministros ultraderechistas como Itamar Ben Gvir. De igual forma, la manifestación de la derecha (Likud) y el nacionalismo religioso (representado en el partido de Bezalel Smotrish) tiene como motor también la voluntad de priorizar la identidad judía del país que desean sea más conservador.
Pero mientras los primeros alertan que el freno de Netanyahu tiene como objetivo dormir las protestas, movilizar a la derecha en las calles, dividir a la oposición y reanudar la iniciativa legislativa en la Knésset en los próximos meses, los segundos temen que lo que se está enterrando es el proyecto judicial tal y como lo anunció Levin en enero. Lo que todos coinciden en señalar es que Israel vive momentos dramáticos con una enorme agitación social y división política.
Fuente: ElMundo.es
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