El refugio, a prueba de ataques y filtraciones, alberga las reuniones del gabinete de seguridad israelí
Por Sal Emergui
Las montañas de Jerusalén ya no son sólo el lugar perfecto para los amantes del ciclismo en Tierra Santa o para cargarse con aire limpio, sino también el envoltorio que esconde un búnker. Este enclave a prueba de ataques convencionales y no convencionales alberga desde hace semanas las reuniones del gabinete de seguridad israelí.
Se trata del órgano formado por el jefe de Gobierno, Benjamin Netanyahu, y sus diez ministros más importantes y encargado de tomar las decisiones más trascendentales en el amplio abanico de asuntos que van de la guerra a la paz. Desde ordenar unbombardeo contra un arsenal iraní en Siria hasta aprobar una misión del Mosad en territorio enemigo pasando por calibrar la respuesta diplomática al último ataque retórico del presidente turco,Recep Tayyip Erdogan.
Construido a partir de 2007 con un presupuesto tan elevado como desconocido, el búnker fue diseñado para actuar en tiempos de emergencia nacional. Una sala de mando en las entrañas de la tierra. El objetivo es tomar decisiones en un refugio inmune a misiles con cabeza nucleares, bombardeos masivos, sabotajes cibernéticos, atentados terroristas, espionaje a través de satélites y, no menos importante, filtraciones de los propios ministros. El tradicional e inherente virus del dirigente local -hablar y filtrar- se ha convertido en una epidemia debido a las intestinas luchas de poder y la cercanía con los periodistas, pero sobre todo a los nuevos tiempos marcados por las redes sociales y modernos dispositivos electrónicos.
Si hay algo que Netanyahu ha cultivado en sus más de diez años como primer ministro es no fiarse de nadie bajo el principio que todo es filtrable en su contra. Teme que le graben y confia sólo en su esposa Sara. Para sus críticos más acérrimos, la auténtica jefa de Gobierno.
Los miembros del gabinete de seguridad entran en el búnker sabiendo que durante unas horas no podrán comunicarse con el exterior. Se acabaron las conversaciones por teléfono en medio de consultas o pedir «salir un momento» para hablar con los asesores como cuando se reunían en la oficina del primer ministro en Jerusalén. Ahora los dirigentes se despiden de sus móviles y ayudantes aumentando su concentración y eliminando sus filtraciones en tiempo real.
Según algunos testimonios, el enclave presenta un impresionante grado de sofisticación que se plasma en su entrada, sus enormes ascensores capaces de llevar a decenas de personas a una gran velocidad, un comedor con un surtido listo las 24 horas del día, dependencias para descansar y por supuesto la sala de reunión con todos los artilugios tecnológicos del momento. Más del 95% del enclave está bajo tierra.
«Cuando bajas allí, la sensación es de estar desconectado del mundo. Sensación de película de ciencia ficción», reconoce al diario ‘Yediot Ajaronot’ uno de los que entró en el amplio búnker que tiene forma de submarino. Quizá porque uno de los encargados del proyecto hace más de una década, el que fuera secretario militar del primer ministro, Yoav Galant, sirvió en la unidad de élite Shayetet 13 de la Marina. Hoy es miembro del gabinete en su calidad de ministro de Vivienda y ex oficial.
Dado el alto nivel de secretismo, se desconoce su localización exacta, su coste y el número exacto de metros que se alarga bajo tierra. El nombre oficial es el ‘Centro Nacional de Gestión de Crisis’ aunque se le han asignado apodos como ‘Búnker del juicio final’ o simplemente ‘el búnker’.
Temor a una ataque iraní
Aunque se habla de un ataque nuclear, químico o biológico, el temor más real se centra en una lluvia masiva de misiles de Irán y su aliado libanés, el grupo chií Hizbulá, en caso de guerra. Un escenario que en los últimos meses se ha vuelto más posible que nunca.
Desde el inicio del 2018, la Fuerza Aérea israelí ha atacado varias veces objetivos militares de Irán en Siria siguiendo la línea roja de no permitir que su gran enemigo se afiance en su frontera del país vecino. A principios de mayo, Irán respondió con varias decenas de proyectiles contra una posición de Israel que horas después lanzó una intensa ofensiva contra la Guardia Revolucionaria iraní en tierras sirias.
Aprovechando el apoyo total del presidente estadounidense Donald Trump, Netanyahu podría seguir presionando a Irán con ataques sin reivindicar aunque eso aumente el riesgo de un conflicto bélico. Su ejército es superior al de Bashar Asad e incluso del Ayatolá Jamenei, pero el tridente Siria-Irán-Hizbulá puede hacer mucho daño a Israel en una guerra.
Tras mantener ya varias reuniones en el búnker, la pregunta es por qué precisamente ahora se permite que se haga público. Algunos interpretan que es un mensaje a Teherán de que el liderazgo israelí está preparado ante cualquier escenario y a salvo de cualquier ataque.
«El mensaje que transmite el envoltorio elegido es que nosotros estamos en un lugar seguro del que no se puede filtrar nada a ningún lugar», señala el articulista Shlomo Piutarvosky. Otros son más críticos y aluden a motivos políticos y electorales por los cuales Netanyahu busca potenciar la sensación de emergencia y alarma en el país.
El político de las mil vidas atraviesa el mejor momento en los sondeos desde que volvió al poder en el 2009. Con el desempleo en un mínimo histórico (3,6%), su revelación mediática de lo que llamó «archivo secreto del plan nuclear iraní» tras una operación del Mosad en Teherán y la inauguración de la embajada estadounidense en Jerusalén, ordenada por un presidente que aplica su misma filosofía sobre Irán, Netanyahu se siente blindado y no sólo por el búnker atómico.
Fuente: ElMundo.es