Dan Shechtman, ganador del Premio Nobel de Química en 2011, empezó a impartir hace ya más de treinta años un curso sobre emprendimiento en Technion, el Instituto Tecnológico de Israel. Su clase, en la que aconseja sobre cómo convertir una buena idea tecnológica en un negocio, es una de las culpables de la fiebre emprendedora del país, uno de los más serios competidores de Silicon Valley.
Israel tiene más empresas cotizando en el Nasdaq que todo el continente europeo junto. Solo Estados Unidos le supera por número de compañías en este mercado de valores, en el que están presentes corporaciones de alta tecnología, electrónica, informática y telecomunicaciones. Gigantes como China, Canadá o la India tampoco consiguen acercarse a las cifras de un territorio en el que, sin embargo, solo viven ocho millones de personas.
Seria competencia de Silicon Valley, las 96 ‘startups’ israelíes listadas en este índice bursátil son solo la punta del iceberg. Israel lleva años haciendo del emprendimiento tecnológico su marca particular, convirtiendo en fortalezas su cultura, su situación geopolítica e incluso la militarización que conlleva su perenne situación de conflicto.
En este pequeño país de Oriente Próximo, ni siquiera los científicos más laureados están a salvo de la fiebre emprendedora. Dan Shechtman (Tel Aviv, 1941) recibió en 2011 el Premio Nobel de Química por el descubrimiento de los cuasicristales, que abrió el camino para que otros grupos pudieran profundizar en su estudio. Pero además de haber sumado a su currículum el prestigioso galardón, este profesor e investigador también es un puntal del panorama emprendedor en Israel y un fiel reflejo y altavoz del discurso imperante sobre creación de empresas tecnológicas.
“Cuando estudiaba en Technion, nos decían que al acabar la universidad seríamos tan buenos que cualquiera nos contrataría, pero yo me pregunté: ‘¿Y si quiero montar yo mi empresa’?”, explica el científico a HojaDeRouter.com.
Tras acabar la carrera y doctorarse en tecnología de los materiales, Shechtman comenzó a dar clase mientras continuaba investigando de forma prolífica. “Cuando me hice profesor pensé: ‘Bueno, ahora puedo hacer lo que quiera’. Así que en 1986 organicé un curso sobre emprendimiento, el primero que hubo en una universidad. Y ya llevamos treinta años impartiéndolo”, rememora.
Aunque ahora la idea parezca manida, en aquel momento su curso se convirtió en una revolución en el país, y lo ha seguido siendo durante las tres últimas décadas, tranformándose en el programa con más asistencia de todo el Instituto Tecnológico. Shechtman explica a sus alumnos qué es una ‘startup’, cómo desarrollar una buena estrategia de ‘marketing’, cómo fundar una compañía y conceptos básicos de derecho y regulaciones, además de llevar al aula a emprendedores israelíes de éxito. En estos años, más de 10.000 alumnos han desfilado por su clase. “Es muy exitosa”, presume.
UN EMPRENDIMIENTO TECNÓLOGICO
Como se explica en el libro ‘Start-Up Nation: la historia del milagro económico de Israel’, allí se anima a científicos e ingenieros a desarrollar ideas radicales e innovadoras para comercializarlas. “Ese espíritu emprendedor empezó en Technion. A veces iba a la cafetería y escuchaba hablar a los alumnos después de la clase. Decían ‘puedo hacerlo’ y el mensaje iba calando. De esta universidad nace la mejor tecnología”, defiende Shechtman.
A lo largo de las últimas décadas y a pesar de su particular situación, Israel ha sido la cuna de proyectos tan destacados como el microprocesador Intel 8088 – el que llevaba el mítico IBM PC – o ICQ, un servicio de mensajería instantánea que se convirtió en el primero de este tipo en ser ampliamente utilizado en internet.
El curso del profesor Shechtman ha sido clave para el surgimiento de muchos negocios, aunque es reticente a dar nombres porque no quiere atribuirse el mérito. “Hay muchísimos ejemplos de empresas que han empezado después del curso, especialmente de electrónica y de desarrollo de ‘software’ pero también de otros campos. Por ejemplo, uno de mis alumnos desarrolló un método para cultivar lechugas en un contenedor, del estilo de los de los barcos, que pueden colocarse en prácticamente cualquier lugar”, explica orgulloso.
También presume de haber cambiado el rumbo ya marcado de alguno de sus pupilos. “El hijo de uno de los directivos de Intel Haifa estaba estudiando para ser ingeniero y trabajar en la empresa, pero después de la clase decidió que empezaría su propia compañía de ‘software’, a la que ahora le va muy bien”, destaca.
Shechtman se sorprende cuando preguntamos si el mismo discurso se podría aplicar a las ciencias sociales. “Bueno… El curso es solo para gente especializada en alta tecnología. Son las compañías que más posibilidades tienen de triunfar”, afirma el Nobel. Está convencido de que en este tipo de negocios se encuentra la clave de la economía. Y lleva el discurso un paso más allá: “El emprendimiento tecnológico es clave para la paz y la prosperidad del mundo”, sentencia.
CULTURA, GUERRA Y RED DE APOYO
Sin embargo, las ‘startup’ del país no son inmunes a la alta tasa de fracaso de este tipo de compañías, aunque la cultura y las regulaciones del mercado en Israel parecen acoger de forma generosa los traspiés. “Es parte de la cultura. Yo se lo digo a mis alumnos: el fallo no es una vergüenza ni para ti, ni para tu familia ni para nadie”, defiende el científico. “Si fallas, cuando empiezas la segunda empresa eres mucho mejor empresario, porque habrás aprendido de la primera”.
Este argumento lo respalda la existencia de una red de apoyo que hace que prosperen muchas ideas. Políticos, científicos y académicos creen en el potencial de la tecnología y la ciencia y apuestan por ella, convirtiéndose en embajadores de las bondades -y obviando los problemas- del territorio. De hecho, Israel es el país que más dinero invierte en investigación y desarrollo en todo el mundo, con una partida presupuestaria que ronda el 5% de su PIB.
Todo este sistema emprendedor se apoya, además, en otra realidad particular: la del ejercito y el sistema militar. La existencia de una industria armamentística es clave para esta innovación, ya que genera muchas compañías ‘spin-off’ de éxito.
Respecto al servicio militar, en Israel es obligatorio que todos los jóvenes al cumplir 18 años lo presten: los hombres durante tres años y las mujeres durante veintiún meses. Durante su estancia compiten por estar en los mejores equipos, muchos con un alto componente tecnológico. Además, adquieren una serie de contactos y competencias que, según explican Senor y Singer en su libro, son útiles y aplicables en sus posteriores negocios. El propio Shechtman confirma que, como la mayoría de los jóvenes, pasó por la ‘mili’ antes de entrar en Technion a cursar una carrera universitaria.
Fruto de este contexto militar surge, por ejemplo, Fraud Sciences, una pequeña compañía israelí de análisis de fraude que fue adquirida por PayPal por 169 millones de dólares (unos 147 millones de euros) en 2008. Su estrategia se basa en la identificación de los rastros que dejan los usuarios en la Red y parte de una idea muy básica: los usuarios buenos no tienen nada malo que ocultar y no se preocupan por borrar sus huellas, mientras que aquellos con intenciones delictivas procuran camuflar sus pasos.
Sus fundadores adquirieron los conocimientos necesarios por su trabajo previo en la Unidad 8200, el equipo de inteligencia de élite de Israel que investiga los patrones de comportamiento en internet para identificar y prevenir potenciales atentados.
UNA MISIÓN MUNDIAL
Shechtman cree tanto en el emprendimiento tecnológico que apoyar este sistema fue uno de los principales motivos por los que se postuló como posible candidato a la presidencia de Israel en 2014 —aunque nunca llego a conseguir los apoyos suficientes —. “Quiero cambiar las cosas a mejor en este país, especialmente en el campo de la educación, la razón y el emprendimiento tecnológico”, declaró entonces.
Ahora imparte clases por todo el mundo y anima a todos los académicos que le escuchan a adaptar su curso en institutos y universidades. Presume de que un ministro austriaco, tras una larga charla, le envió una carta en la que le decía que iban a enseñar emprendimiento en todas las universidades del país. “Soy como un misionero en el mundo, animando a que empiecen sus propias ‘startup’”, concluye entre risas.
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Fuente: El Diario.es