Intelectual y política israelí, abogó por la solución de los dos Estados, pero hoy sostiene que la paz depende de que los palestinos acepten la existencia de Israel
Como tantos israelíes de centroizquierda, Einat Wilf comenzó su vida política en las filas del Partido Laborista, que dominó la escena israelí durante gran parte del siglo XX. En los 90, fue consejera en asuntos internacionales del entonces primer ministro Shimon Peres, uno de los gigantes de la política israelí de todos los tiempos. Fue miembro del Parlamento israelí (Knesset) por el laborismo primero y luego por el Independence Party, creado por el exprimer ministro Ehud Barak, quién lideró una propuesta de paz para la región en el año 2000.
Esta mujer de 53 años –que ostenta una licenciatura en gobierno en Harvard, un MBA del Insead en París y un doctorado en ciencias políticas en Cambridge– siempre apoyó la paz en la región basada en la llamada solución de dos Estados, uno judío y uno palestino. Pero varios episodios en su vida política fueron debilitando esa convicción. Israel presentó en la Cumbre de Camp David, en 2000, una propuesta de paz que incluía la devolución de toda Cisjordania y Gaza, libre de asentamientos judíos, y una capital palestina en Jerusalén oriental. El acuerdo contaba con el respaldo de Estados Unidos. Pero a último momento, el líder palestino Yasser Arafat se negó a firmar. En 2008 un acuerdo similar fue propuesto por el entonces presidente Ehud Olmert y, en este caso, fue el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, quién se negó.
“Tuvieron dos oportunidades concretas y no las tomaron!”, exclama Wilf, en entrevista por Zoom desde Israel. “No solo no las tomaron sino que además los rechazos fueron seguidos por brutales campañas de violencia contra civiles israelíes.”
Esos fueron los años de transición para Wilf. Pasó de creer que la paz llegaría con la creación de un Estado palestino a la convicción de que para los palestinos era mucho más importante la eliminación del Estado judío que la existencia de un Estado propio. “La razón por la que no hay un Estado palestino es porque nunca quisieron un Estado, si eso implica que los judíos también tengan uno para ellos”, afirma Wilf. Y va más a fondo aún. Está convencida de que la obsesión palestina por eliminar a los judíos de la región trastocó completamente sus prioridades y les impidió avanzar en un proyecto propio de desarrollo y prosperidad.
Wilf dedicó varios años a investigar esta hipótesis, que fue plasmada en su último libro, The War of Return (La guerra del retorno) publicado en Estados Unidos en 2020. El libro analiza lo que ella entiende es uno de los mayores escollos para la paz: la demanda de que millones de palestinos puedan retornar a la geografía que hoy es parte del Estado de Israel, transformando al país en un Estado de mayoría árabe. Wilf responsabiliza a los grandes países de Occidente de tener una política complaciente con esta demanda, lo que solo ha logrado prolongar el conflicto y aumentar el número de víctimas.
El libro busca demostrar cómo los palestinos, en sociedad con la Unrwa, la organización humanitaria de Naciones Unidas para los refugiados palestinos, se han dedicado a inflar los números de refugiados para perpetuar el conflicto. Excepto por algunos dirigentes de alto nivel, Unrwa es hoy una organización palestina con un sello apenas formal de Naciones Unidas. Es el segundo mayor empleador en Cisjordania. Algunos de sus miembros han participado de la incursión en Israel el 7 de octubre último.
La Unrwa fue creada en 1949 para atender la situación de 700.000 palestinos desplazados por la guerra entre Israel y varios países árabes, tras la creación del Estado judío en 1948. De los 700.000 refugiados contabilizados en 1949, Unrwa pasó a tener 5.7 millones en la actualidad, dado que la organización estableció que la condición de refugiado palestino alcanzaba no solo a aquellas personas desplazadas durante la guerra de 1948 sino a todos sus descendientes. Para la Unrwa, solucionar el problema de los refugiados significa permitir que casi seis millones de palestinos se instalen en las fronteras actuales del Estado de Israel, una realidad incompatible con la supervivencia de un Estado de mayoría judía.
Wilf acuñó el término westplaining, un juego de palabras acerca de cómo Occidente explica equivocadamente lo que sucede en la región, sosteniendo con culpa la narrativa palestina y prolongando el conflicto. Sostener a Unrwa y la ficción de los refugiados palestinos es una de ellas, dice.
“En este momento, sin duda, un ejemplo de westplaining es cuando Occidente nos dice que Hamas no representa a los palestinos y la verdad es que no estoy dispuesta a vivir en un mundo de irrealidad.
En una encuesta realizada en noviembre último de la Arab World Research and Development group, basado en Ramallah, capital de la Autoridad Palestina, un 76% de palestinos consultados dijeron tener una visión “positiva” de Hamas. Tal vez la encuesta que más sacude la psiquis de los israelíes es la de la encuestadora Palestinian Center for Policy and Survey Research luego del ataque del 7 de octubre, en la que un 70 % respondió que el ataque de Hamás fue “correcto”.
–Usted viene de un activismo pacifista en su juventud. ¿Siente que lo ha perdido?
–No. Yo me autodefino como una pacifista de largo plazo. Todo lo que he hecho exponiendo las mentiras de Unrwa y la mentalidad palestina de no registrar el derecho de Israel a tener un Estado propio es porque quiero la paz. Pero hay que entender el peligro de seguir apegados a explicaciones que no son reales. No más wishful thinking. Hasta ahora dijeron siempre “desde el río hasta el mar”. Los palestinos deben abandonar una lucha contra el sionismo que lleva 100 años. Cuando digan que están dispuestos a vivir al lado de un Estado judío, cuando renuncien a la noción de que son “refugiados”, entonces van a tener al pueblo de Israel dispuesto a la paz.
–Israel tiene hoy un sector muy opuesto a la creación de un Estado palestino.
–Mire, hoy el 80% de los israelíes estarían de acuerdo en firmar la paz en las condiciones que le menciono. Pero además, puedo aceptar el argumento que si fuésemos 1000 millones de judíos en esta tierra nos opondríamos a un acuerdo de paz. Pero la realidad es que somos 7 millones, rodeados de 500 millones de árabes y 2000 millones de musulmanes. No tenemos esa opción.
–¿Cómo ve el desarrollo de la guerra en Gaza?
–El mundo que existía antes del 7 de octubre no existe más. Estamos viviendo un peligro existencial. Gaza es un lugar sangriento en una guerra mucho mayor. La guerra que tenemos que ganar es contra la guerra que los palestinos vienen librando hace 100 años contra la soberanía judía. Esa es nuestra lucha.
–¿Cómo entiende el apoyo de los campus y mucho jóvenes en occidente a los palestinos?
–Todos los que han apoyado a los palestinos a lo largo de la historia han sido antisemitas. Los nazis, los pan-arabistas en sociedad con los soviéticos, los iraníes. La ideología palestina tiene que ver con negar el derecho a la soberanía judía. Siempre que el antisionismo se vuelve dominante, crece la hostilidad hacia los judíos y se promueve su expulsión. Es algo que hay que tomar muy seriamente.
–¿Qué argumentos escucha del lado palestino?
–Los palestinos muchas veces dicen que no tienen más opciones. Que han probado todo. Y yo lo que digo es que lo que tienen que cambiar no son los métodos, sino los objetivos. Que el objetivo ya no sea la destrucción de Israel, sino la construcción de un Estado árabe. Son un pueblo que ha logrado llevar adelante el ataque del 7 de octubre. Para eso se necesita inversión, infraestructura, planeamiento. El problema es que sus prioridades están mal enfocadas. Nunca quisieron un estado si eso implica que los judíos tengan uno también.
Por Daniel Helft
Fuente: LaNacion
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