En estos tiempos inciertos e inestables, la sucá nos da un mensaje reconfortante.
por Batsheva Hirschman Frankel
Mi hijo de tres años tiene un nuevo juego al que le encanta jugar conmigo. Comenzó durante Rosh HaShaná. El decía a gritos una emoción y después los dos actuábamos de acuerdo a ese sentimiento. Él decía: “¡Ima, estemos enojados!”, y luego nosotros hacíamos caras “enojadas” y decíamos: “Grrrrr”. O por ejemplo: “¡Ima, estemos sorprendidos!”, y los dos abríamos ampliamente los ojos y las bocas con una expresión de sorpresa como si hubiésemos visto vacas voladoras.
Pero me di cuenta de algo curioso que me reconfortó el corazón y me hizo pensar sobre esta temporada de fiestas. Cuando mi hijo quería actuar “triste”, él me pedía que sólo yo actuara triste: “Ima, tu estate triste”. Y luego, cuando yo hacia mi cara triste y simulaba llorar (y como una graduada universitaria en actuación, créeme que yo puedo actuar triste), mi hijo me rodeaba con sus brazos dándome un dulcísimo abrazo y me decía: “No te preocupes Ima, yo estoy contigo”. Y luego si yo continuaba llorando, él me decía: “No te preocupes Ima, yo estoy aquí. Todo va a estar bien”.
Hemos estado jugando este juego mucho desde Rosh HaShaná y me emociona profundamente. No solamente porque mi hijo puede demostrar una dulce empatía hacia otra persona a tan temprana edad —lo cual es algo maravilloso—, sino que además, yo estaba realmente triste esta temporada, reflexionando acerca de todos los errores que cometí y de toda la gente que herí durante el año. ¿Sería realmente perdonada por esta gente? ¿Sería realmente perdonada por Dios? Ésa es la lucha de Iom Kipur y eso te deja triste. Pero al final de Iom Kipur, si realmente hemos hecho teshuvá y hemos cambiado, entonces Dios tiene otro mensaje para nosotros: el mensaje del abrazo.
Cuando mi hijo me abrazó y me dijo que estaba conmigo y que todo iba a estar bien, realmente sentí que eso es también exactamente lo que Dios probablemente quiere que yo sepa. Y después me di cuenta que Dios efectivamente nos hace saber eso, se llama Sucot.
Sucot es una festividad tan fascinante. Se nos ordena vivir en una cabaña temporaria fuera de nuestras casas cálidas y acogedoras, fuera de nuestras zonas de confort, y ser felices. Sí, se nos ordena ser felices. ¿Cómo puede ser?
La sucá es el abrazo de perdón de Dios.
En realidad, es fácil. Recién fuimos perdonados por Dios, y como enseña el rabino Shlomo Cárlebaj, es lindo ser perdonado, pero ser perdonado y recibir un gran abrazo nos deja saber que el perdón es profundo y real. La sucá es el abrazo del perdón de Dios.
Una sucá es también un abrazo tranquilizador. Estamos rodeados por una mitzvá que nos conecta con Dios, con nuestro pasado y con nuestro futuro. Sabemos que judíos de todo el mundo y de todas las épocas han construido sucot para recordar que a diferencia de la mayoría de las cosas en la vida que son pasajeras, Dios siempre está allí. Mientras nos sentamos con la familia y amigos en nuestras sucot, podemos sentir que Dios nos está diciendo, especialmente en estos tiempos inciertos e inestables: “No estés triste, Yo estoy contigo. No te preocupes, Yo estoy aquí y todo va a estar bien”.
Fuente: AishLatino
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