A los israelófobos les dan igual los logros del Estado judío: lo que quieren es verlo desaparecer.
Por Jonathan S. Tobin
Los defensores de Israel siempre bromean con que los partidarios del movimiento BDS no deberían ser selectivos en sus desvelos por convencer al mundo para que boicotee al Estado judío. En particular, últimamente andan diciendo que están esperando a ver qué harán quienes pretenden aislar y destruir a Israel si sus científicos consiguen la vacuna contra el coronavirus. La respuesta no debería reconfortar a nadie, especialmente a quienes siguen pensando que los avances científicos y el resto de aportaciones del Estado judío al mundo acabarán de alguna manera convenciendo a sus enemigos de que renuncien a su centenaria guerra contra el sionismo.
Este asunto ha vuelto a estar en el candelero porque, de hecho, el fundador del BDS ha respondido a quienes invitan a los enemigos de Israel a extender su boicot a los frutos de la innovación y la investigación médica avanzada cosechados por el Estado judío.
En un vídeo publicado en Facebook por un grupo antiisraelí, el cofundador del BDS Omar Barguti dice que si Israel encontrara una cura contra el cáncer o el coronavirus, “no habría problema en cooperar con él”.
Barguti, que va de humanitario, sostiene que si Israel presta servicios de ese tipo a la humanidad, “entonces la salvación de vidas es más importante que cualquier otra cosa”.
La arrogancia y la hipocresía contenidas en esa declaración son difíciles de concebir. Quienes pretenden estigmatizar a todos los israelíes como seres a los que las sociedades decentes deberían rehuir y abogan por boicotear no sólo todos los productos sino la cultura y el mundo universitario israelíes, por lo menos son coherentes. Menudo cuajo tienen los que piensan que el mundo debería tratar a los israelíes –y a sus ideas y tecnologías– como apestados y al tiempo afirman que no tendrían problemas en recurrir a ellos para hacer frente una enfermedad letal.
Básicamente, lo que Barghuti está diciendo es que Israel debería seguir adelante con su increíble creatividad, transformando la medicina y la tecnología para bien de la Humanidad, pero él no ceja en su idea de acabar con el único Estado judío del planeta.
Los izquierdistas y los apologetas del BDS a menudo ven en los esfuerzos de Barguti por crear un movimiento de boicot una muestra de progreso en la política cultura palestina. Dicen que los boicots pensados para destruir Israel por medios económicos y la presión social concebida para aislar al Estado judío y silenciar a sus seguidores son dignos de elogio en comparación con el apoyo palestino al terrorismo. Piensan que para los palestinos es mucho mejor trabajar por la desaparición de Israel a través de esos medios supuestamente no violentos en vez de recurrir a los atentados suicidas, los túneles terroristas y los apuñalamientos.
Si tomamos en serio estos argumentos, y no los desechamos como risibles sofisterías, está claro que los intelectuales occidentales que tal sostienen no sienten otra cosa que desprecio por los árabes palestinos. La especie de que las únicas opciones de que disponen con el asesinato en masa o un movimiento que emplea la presión política y económica para perseguir el mismo objetivo ilegítimo por el que los terroristas palestinos derraman sangre es una falacia bochornosa.
Ningún movimiento basado en la especie antisemita de que el judío es el único pueblo de la Tierra que no tiene derecho a disponer de su propia patria, ni a la autodefensa, puede decir que apoya la no violencia, y para qué hablar de envolverse en la bandera de los derechos humanos.
El movimiento BDS está impregnado de retórica e imaginario antisemitas, y se comporta en los campus norteamericanos y en las calles de Europa como un grupo promotor del odio. Donde quiera que alza sus banderas, inevitablemente se producen actos de intimidación y violencia contra los judíos. La noción de que su fundador o cualquiera que defienda sus ideas están verdaderamente interesados en los principios humanitarios o en salvar vidas es una tremenda broma.
Pero hay aquí una lección importante para los judíos y los defensores de Israel que trasciende cualquier indignación ante la formidable hipocresía de Barguti.
Hay una línea de pensamiento aferrada a la idea de que si el mundo supiera más acerca de la brillantez de los logros israelíes en cada campo del emprendimiento humano, incluidas la ciencia y la medicina, la literatura y las artes, entonces comprendería lo desafortunados que son los esfuerzos por destruirlo. Los amigos de Israel también prefieren en gran medida leer informaciones positivas del Estado judío antes que tener que incurrir en discusiones sobre el derecho de los judíos a disponer de su patria ancestral, y sobre por qué sus operaciones defensivas contra el terror son necesarias y están de sobra justificadas.
Pero la triste verdad es que si mañana se anunciara que unos científicos israelíes están produciendo una vacuna o un tratamiento contra el coronavirus, apenas cambiaría la mentalidad del movimiento BDS. Ni habría una mayor simpatía hacia Israel en las organizaciones internacionales que cotidianamente se vuelcan en la estigmatización y difamación del Estado judío.
Para sus odiadores, la gran cuestión seguirá siendo que los judíos no tienen derecho a un Estado, con independencia de dónde se tracen sus fronteras. No les importa lo brillante que ha demostrado ser la ciencia israelí, ni cuántas vidas se pueden salvar con las innovaciones tecnológicas de la Start-Up Nation. Mientras sigan asumiendo la mentira mayúscula de que la única democracia de Oriente Medio es un “Estado apartheid”, dará igual qué enfermedad global curen los israelíes.
Apenas sorprende que Barguti piense que “no hay problema” en cooperar con Israel para salvar vidas palestinas. Pese a la energía que dedican a tratar de que el mundo se crea sus mentiras sobre el quehacer israelí, en realidad no están interesados en lo que haga Israel; a ellos lo que les preocupa es que exista Israel, y están centrados en su erradicación.
Los defensores de Israel hacen bien en resaltar los magníficos logros israelíes. Pero aún han de dejar de creer que sus buenas acciones finalmente convencerán a los antisemitas de que cesen en su odio o en su vil empeño en destruir la patria judía.
© Versión original (en inglés): JNS
© Versión en español: Revista El Medio
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