Fue la historia de su abuela, contaba, la que la inspiró para convertirse en cooperante. En ayudar en Ucrania se había dejado los ahorros que tenía para los niños que adoptó
Emma Igual, ,ayudando a una anciana en Ucrania.ROAD TO RELIEF
Por Ana María Ortiz
La abuela de Emma Igual era judía. Nació en Austria, en los años 30 del siglo pasado, y fue víctima del Holocausto. Perdió a sus padres, a sus hermanos gemelos y a su tía en campos de concentración; se quedó sola. Una pareja catalana la adoptó y se trasladó a Barcelona, donde echó raíces y montó su propia familia. Emma solía recurrir a su abuela cuando se le preguntaba de dónde le nacía la vena altruista, por qué se dedicaba en cuerpo y alma a la ayuda humanitaria. «Crecí con esos antecedentes, sintiendo lo que debía de ser ser un refugiado o un huérfano, así que me decidí a ayudar a las personas en una situación similar a la de ella», contaba el 6 de julio pasado en una entrevista a The JC –The Jewish Chronicle-, la publicación judía más antigua del mundo que continúa editándose, nacida en 1841.
Su abuela, contaba Emma al periodista Paul Cainer, quien la entrevistaba por la peligrosa labor humanitaria que estaba realizando en Ucrania, la «vigilaba» y «protegía desde arriba». Así lo sentía ella.
Emma Igual tenía 32 años, había fundado en marzo de 2022 la ONG Road To Relief para ayudar a la población ucraniana durante la guerra y falleció el pasado sábado al ser alcanzado el vehículo en el que viajaba por un proyectil, según anunciaba ayer domingo el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, tras haber recibido una «notificación verbal» de la muerte de la cooperante española y en espera de la confirmación oficial por parte de las autoridades ucranianas.
La propia ONG que dirige Emma Igual relataba en su cuenta de Instagram lo sucedido el pasado sábado sobre las 10.00 horas. La cooperante española, junto con otros tres compañeros de Road To Relief -el médico alemán Ruben Mawick, el voluntario sueco Johan Mathias Thyr y el voluntario canadiense Anthony Tonko Ihnat-, se desplazaban en un vehículo desde su base en Sloviansk hacía Bajmut «para evaluar las necesidades de los civiles atrapados en el fuego cruzado de la ciudad de Ivanivske». A unos cinco kilómetros de Bajmut, cuando transitaban por Chasiv Yar, «el vehículo fue atacado por los rusos», recoge la publicación. La Fiscalía General de Ucrania, informa Javier Espinosa, también valora los hechos como un ataque de las fuerzas rusas, que habrían disparado un misil guiado antitanque contra el coche.
Tras recibir el impacto, el vehículo volcó y se incendió. La ONG, se lee en su publicación del sábado en Instagram, pudo confirmar enseguida el fallecimiento del canadiense Tonko y recuperar su cuerpo, pero no sabía entonces del destino de la española. «Aún se desconoce el estado actual de Emma», transmitían. Los otros dos cooperantes, Ruben Mawich y Johan Mathias Thyr, heridos de gravedad, fueron trasladados a un hospital de campaña.
En él se encontraba la fotoperiodista española María Senovilla, quien ha publicado imágenes del estado de los dos voluntarios en su cuenta de X (antes Twitter). En ellas se les ve con los rostros completamente vendados, igual que las manos y las piernas, afectados por importantes quemaduras. «Llegaron a las 10:25 a m a este hospital de campaña, los trasladaron muy rápido», relataba Senovilla. «Emma Igual no llegó con ellos, pero tampoco había constancia de que estuviera muerta: había desaparecido. En el momento de la evacuación, sus compañeros aseguran que no encontraron su cuerpo», añadía.
Nacida en Barcelona el 9 de octubre de 1990, políglota -bilingüe en español, catalán e inglés, hablaba también árabe, francés, griego e italiano-, Emma Igual tenía un perfil profesional completamente volcado en la cooperación, a la que se dedica desde que tenía 20 años. «He colaborado con varias ONG en Grecia, Myanmar, Kenia y Marruecos, entre otros lugares», decía ella misma en su perfil de Linkedin. Estuvo durante tres años al frente de la Delegación Juvenil de Amnistía Internacional y también trabajó como investigadora asociada para Naciones Unidas.
La abuela judía, fallecida por Covid a los 90 años durante la pandemia, no supo de la Guerra en Ucrania y tampoco de que su nieta iba a marcharse a ayudar a los afectados sobre el terreno con lo puesto a principios de marzo de 2022. La propia Emma lo contaba en un capítulo del podcast Diario de Ucrania, de RTVE, en marzo pasado. El presentador le preguntaba cómo había fundado Road To Relief, con qué recursos. Ella respondía que sencillamente cruzó la frontera con una furgoneta junto a dos amigos, cofundadores de la ONG, a ver qué encontraban. «Sin ningún tipo de plan, ni recurso, ni dinero, sin haber hecho una recaudación previa», decía.
Comenzaron en Lviv, en el Oeste de Ucrania y fueron avanzando poco a poco hacia el Este, donde estaba el frente y su presencia era más necesaria. «Cuando llegué por primera vez, me sorprendió mucho la brutalidad de este conflicto. Era como algo sacado de la Primera Guerra Mundial. Los soldados aquí incluso se ponen a pie de trinchera y la barbarie que vemos también es terriblemente perturbadora», narraba la joven sus primeras impresiones de la guerra a The JC.
Emma y sus dos amigos, a los que se fueron uniendo voluntarios hasta sumar unas 25 personas, se encargaban en principio exclusivamente de evacuar de civiles, de ayudar a salir a la gente que vivía entre bombas. Al año de su llegada, ya habían puesto a salvo a 1.300 personas, 650 de ellas niños, unas 300 con discapacidad.
Ampliaron más tarde su labor a entregar material humanitario a quienes habían decidido quedarse pese a estar en medio del frente. «Gente que se siente muy arraigada a su tierra y que prefiere morir antes que marcharse», decía Emma. Gente a la que entregaba agua, comida, productos de higiene y entre 500 y 600 estufas de leña para que pudieran sobrevivir al invierno, entre otras cosas.
«Hay personas que han vivido sin acceso a ningún tipo de alimento o agua durante meses. Nos cuentan historias de familias enteras, incluso con niños, que han estado literalmente comiendo hierba durante nueve meses y están ahora en estado de malnutrición o tienen enfermedades relacionadas con la malnutrición», relataba en Diario de Ucrania las carencias de la población.
El siguiente paso que dio Road To Relief de la mano de Emma fue poner en marcha un programa médico. Incluía la evacuación y asistencia de heridos en el frente y también la creación de una clínica móvil. Un equipo con médicos y enfermeras que se desplazaba a los lugares más peligrosos, a las localidades cercanas a las bombas, para asistir a pacientes crónicos que llevaban desde el inicio de la guerra sin acceso a ningún tipo de sanidad. Los especialistas los examinaban y Emma trataba de conseguirles como fuera las medicinas que precisaban.
Da fe de ello, Lexuri Olabarriaga, quien se mudó desde Bilbao a Cracovia (Polonia) hace un año para ayudar desde allí a Ucrania. Trabaja para JCC Krakow, una organización cultural judía que asiste con ropas y alimentos a unas 300 personas al día. Emma se puso en contacto con ella, cuenta, a través de Instagram. «Sólo hablamos cuando necesita urgentemente algo que no puede lograr allí, especialmente medicinas, ya que está siempre en contacto con gente muy mayor de las zonas cercanas a la línea del frente que necesita evacuar. Me envía las prescripciones médicas y yo compro en las farmacias de Polonia y las envío a Kiev. Y un amigo lo lleva desde Kiev a donde ella está. A veces también me pide material médico que no siempre yo puedo conseguir pero le envío ayuda humanitaria siempre que puedo», cuenta. «Emma es una persona que se desvive por ayudar a los que están en situación vulnerable. Le da igual trabajar 24 horas al día sin descansar ni en Navidades. Es persona extraordinaria sin duda», dice de ella.
Lo de trabajar 24 horas al día es prácticamente literal. En los 18 meses que llevaba en Ucrania no había descansado ni uno y sólo dormía cuatro horas al día. «Llevamos haciendo esto un año sin parar ni medio minuto, porque no estoy exagerando, no hemos parado ni medio minuto. Incluso en Navidad o cumpleaños, nos pasamos la Navidad entregando juguetes a cientos de niños que escriben desde el frente», decía en Diario de Ucrania, donde pedía donaciones y explicaba el enorme esfuerzo económico que ella y el resto de cooperantes estaban haciendo.
«Hemos tenido que poner mucho dinero de nuestros propios ahorros, de los ahorros de nuestra familia. Yo tengo responsabilidades familiares con niños que adopté hace un tiempo y gran parte del dinero que he puesto era dinero que tenía ahorrado para estos niños que adopté».
Emma era consciente del peligro al que se exponía. Había visto como un amigo, el británico Chris Parry, de 28 años, también cooperante, fallecía en enero pasado en circunstancias similares a las suyas, alcanzado por un proyectil tratando de evacuar a una mujer en coche. «En el momento en que dejas de tener miedo es el día en que debes volver a casa. De lo contrario, tomarás la decisión equivocada. Significará que eres un peligro para ti mismo y además empezarás a tomar decisiones equivocadas para aquellos a quienes intentas rescatar», decía.
Fuente: ElMundo.es
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