Istvan Kormendi continúa ejerciendo la medicina en su clínica domiciliaria bajo el sistema de salud estatal
El médico de familia húngaro y sobreviviente del Holocausto Istvan Kormendi, considerado el mayor de su profesión en el país, todavía practica su “pasión” de curar pacientes a la edad de 97 años.
Nacido en 1923 en el apartamento de sus padres cerca del distrito del Castillo en la capital húngara, Kormendi ha ejercido allí desde que se graduó como médico en 1950.
Aunque se retiró oficialmente en 1989, Kormendi sigue contratado por el sistema de salud estatal y puede recibir pacientes.
“Mi padre era médico e instaló este consultorio en 1920, yo nací y me crié aquí de niño”, dijo a la AFP en el apartamento que también funciona como clínica.
Entre los artefactos almacenados en la parte superior de las estanterías y dentro de los gabinetes médicos se encuentran botellas de boticario antiguas y kits quirúrgicos viejos con fórceps y pinzas.
“En ese momento no había grandes clínicas de salud pública como las hay ahora, todos los médicos realizaban prácticas en sus apartamentos”, dijo.
Un retrato de su padre con uniforme militar de su servicio como médico durante la Primera Guerra Mundial cuelga de la pared, con otro de Kormendi cuando era niño.
El médico húngaro Istvan Kormendi, de 97 años, muestra el retrato de su padre, médico militar, mientras que a la derecha se ve un retrato suyo en el consultorio en su casa en Budapest el 22 de marzo de 2021 (ATTILA KISBENEDEK / AFP).
“Así era yo, y esto es en lo que me convertí”, dijo con una sonrisa, señalando primero la pintura y luego a sí mismo.
Inspirado por su padre, Kormendi decidió convertirse en médico, pero debido a su origen judío se le prohibió asistir a la universidad durante la Segunda Guerra Mundial.
Impertérrito, continuó asistiendo a clases mientras ocultaba su ascendencia judía a sus compañeros de clase.
Su determinación persistió incluso después de que se le ordenó realizar trabajos forzados junto con miles de judíos después de la ocupación alemana nazi de Hungría en marzo de 1944.
“Además de dos latas de comida para sobrevivir, también empaqué en mi mochila dos libros de texto universitarios de tercer año”, dijo.
Escondido en Budapest para evitar la deportación a un campo de exterminio hacia el final de la guerra, Kormendi incluso atendió a un soldado alemán de las SS herido que vio sangrando en la calle.
«No se me pasó por la cabeza que él era el enemigo, y que probablemente me habría disparado si hubiera sabido que era judío», dijo.
No tiene planes para retirarse
En estos días, unas 300 personas de la localidad están en la lista de pacientes de Kormendi, incluida una abuela de unos setenta años a la que ha tratado desde que era niña.
“Ahora está empujando a su propio nieto en un cochecito”, dijo Kormendi, él mismo abuelo de dos niños, cuya hija también es médica.
La pandemia de COVID-19 ha dificultado su trabajo, admitió, ya que hoy en día trata a la mayoría de los pacientes por teléfono o correo electrónico a pesar de que fue vacunado recientemente.
«Realmente no me gusta, ya que es muy importante en la relación médico-paciente tener contacto personal cara a cara», dijo mientras enviaba un correo electrónico.
También le preocupa que el tratamiento «remoto pero conveniente» se mantenga a largo plazo, lo que «reduciría la calidad del tratamiento médico».
Aún así, Kormendi, quien dijo que a menudo trabaja hasta altas horas de la noche, no tiene planes de dejar de atender.
«Es mi pasión, quiero curar a mis pacientes siempre que esté en condiciones de hacerlo», dijo.
Fuente: TheTimesofIsrael- Traducido por UnidosxIsrael
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