La luz de la lámpara rompe la oscuridad de la Tumba de los Reyes, una joya arqueológica de 2.000 años de antigüedad en el corazón de Jerusalén que sólo unos pocos han podido ver en los últimos años.
Las cámaras conectadas entre sí por escaleras excavadas en la roca contenían en el pasado sarcófagos. Es un extraordinario ejemplo de arquitectura funeraria de la época romana.
El acceso está cerrado al público desde 2010 y el sitio parece abandonado. Lo señala una gran bandera azul-blanca-roja y un portal con la inscripción “República francesa – Tumba de los Reyes”. Y es que es propiedad de Francia. La AFP entró en ella recientemente.
“Se trata probablemente del más importante, fascinante y gran monumento de Jerusalén fuera de la ciudad vieja” cercana, afirma Yuval Baruch, encargado en Jerusalén de la Autoridad Arqueológica israelí.
Está cerrado por obras de restauración valoradas en un millón de euros.
Su estatuto único, su veneración por parte de los judíos y el contexto particular de Jerusalén complican la reapertura.
Está situada en Jerusalén Este, la parte palestina ocupada por Israel desde 1967 y anexionada, una decisión que nunca fue reconocida por la comunidad internacional.
Israel considera a toda la ciudad como su capital y los palestinos quieren convertir Jerusalén Este en capital del Estado al que aspiran.
Varios grupos de judíos ultraortodoxos se congregan a veces frente al lugar para pedir el derecho de entrada y de rezo. Dicen que es un lugar sagrado de inhumación de sus antepasados.
“Lo único que pedimos es entrar, rezar y volvernos a ir”, afirma Natanel Snir, que llegó con una decena de hombres para orar.
– David y Salomón –
El tema del acceso y del derecho de propiedad francesa fue llevado ante la alta corte rabínica.
El procedimiento judicial se abandonó a petición del ministerio de Relaciones Exteriores israelí pero hay negociaciones en curso para retomarlo, afirma Rachel Shakargy, encargado de estos asuntos ante los tribunales rabínicos.
Para reabrir las puertas, Francia quiere garantías sobre las visitas, la gestión y la no presentación de nuevas demandas.
La historia del lugar es compleja. Las excavaciones comenzaron en torno a 1860, cuando Jerusalén pertenecía al imperio otomano, relata el arqueólogo francés Jean-Baptiste Humbert.
En 1863, Félicien de Saulcy, considerado uno de los padres de la arqueología bíblica, intentó confirmar que se trataba de las tumbas de los reyes Salomón y David.
La hipótesis se descartó pero el nombre de la tumba se mantuvo.
Varios sarcófagos hallados en su interior se encuentran actualmente en el museo del Louvre. Uno de ellos lleva una inscripción en arameo que, según la teoría más extendida, hace referencia a la reina Helena de Adiabena (en el actual Kurdistán iraquí).
Se cree que la reina se convirtió al judaísmo y que fue enterrada en Jerusalén. Con el tiempo la tumba se reutilizó.
Después de las excavaciones realizadas por De Saulcy, el lugar fue comprado por los hermanos Pereire, unos banqueros franceses judíos que lo cedieron a Francia.
Al borde de la antigua carretera que lleva a Damasco, los peldaños de piedra llevan a dos baños rituales y a un patio interior que conduce a las tumbas que abarcan una superficie de 250 m².
“Es una tumba demasiado grande” para la reina Helena, considera Humbert, quien cree más bien que fue construida para Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande.
Fuente: LaTribuna.hn
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