Sucot y el plan de rescate del judaísmo.
por Sara Yoheved Rigler
Por más de 3000 años, la sucá simbolizó vulnerabilidad, en contraste a la casa, que simbolizó seguridad. Luego vino el colapso del mercado hipotecario y, de repente, la «casa” pareció aterradoramente vulnerable. Con los sistemas financieros y los mercados del mundo temblando como una sucá en un huracán, la sucá puede de hecho probar ser lo más invencible de todo.
La festividad de Sucot es sobre vulnerabilidad y fe. La parte de la vulnerabilidad es clara: nos mudamos de nuestras sólidas casas a estructuras temporarias, con un techo orgánico a través del cual se pueden ver las estrellas. Somos expuestos al calor, al frío y a la lluvia. No importa qué tan grande o lujosa sea la sucá, morar en la sucá deja clara nuestra vulnerabilidad ante las vicisitudes de la vida.
Los sabios del Talmud discuten si la mitzvá de la Torá de vivir en la sucá es recordar las cabañas físicas en las que los israelitas moraron durante sus 40 años vagando en el desierto o las míticas Nubes de Gloria que rodeaban y protegían a los israelitas en el desierto.
Los sabios entendieron que las cabañas eran una declaración del amor de Israel por Dios, dado que lo siguieron a un desierto sin medios de supervivencia. Las Nubes de Gloria, por otro lado, eran una declaración del amor de Dios por Israel, dado que protegían a los que vivían dentro de ellas del duro sol del desierto, de serpientes y escorpiones, y de posibles atacantes. Ya sea que se considere una entidad física o espiritual, la sucá representa la relación de amor entre Dios y el pueblo judío.
De la misma manera, nosotros vivimos en dos esferas: la física y la espiritual. Las dos son reales y las dos demandan nuestra atención.
¿Cómo puede ser que la alegría sea el resultado de la vulnerabilidad?
La naturaleza de la realidad física es que es transitoria, perecedera y vulnerable. Los cuerpos envejecen y son susceptibles a enfermedad y lesión. Los edificios, incluso los rascacielos, pueden ser destruidos por huracanes, terremotos o terroristas. “Seguridad financiera” es un oxímoron, hemos atestiguado como las inversiones más seguras y confiables terminaron en bancarrota.
Hoy, muchos de nosotros nos sentimos tan vulnerables como moradores de sucá. La gente que ha perdido sus trabajos, sus casas o el valor de sus inversiones, puede experimentar una angustia existencial. ¿En qué podemos confiar? ¿Y qué es lo que nos depara el futuro?
La ansiedad y el miedo generado por la vulnerabilidad financiera es diametralmente opuesto a la emoción producida por la vulnerabilidad de la sucá. Sucot, más que ninguna otra fiesta del calendario judío, es el festival de la alegría. Mientras que es una mitzvá regocijarse en todos los festivales, sólo Sucot es designado en la liturgia como “el tiempo de nuestro regocijo”.
Pero, ¿cómo puede ser que la alegría sea el resultado de la vulnerabilidad?
Terapia de realidad
La fiesta de Sucot es un ejercicio de fe. Pero fe verdadera no es la creencia de que, dado que Dios dirige el mundo, todo va a salir como a nosotros nos gustaría. Fe verdadera es la creencia de que, dado que Dios dirige el mundo, de cualquier manera que terminen siendo las cosas, estas serán inevitablemente una expresión de Su amor por nosotros y serán por un bien mayor.
Cuando dejamos nuestras casas para vivir en la sucá, dejamos detrás la ilusión de seguridad fomentada por nuestros cómodos hogares.
Cuando dejamos nuestras casas para vivir en la sucá, dejamos detrás la ilusión de seguridad fomentada por nuestros cómodos hogares. Después de todo, nuestras casas pueden ser invulnerables a la lluvia, pero no son invulnerables a la ejecución del banco. Toda seguridad física es una ilusión. En este sentido, Sucot es una semana de «terapia de realidad».
En cambio, la sucá ofrece el confort (y la alegría) de vivir con la Presencia Divina. Las míticas Nubes de Gloria rodean la sucá, creando un lugar de inmanencia Divina. La naturaleza de la realidad espiritual es que es eterna, imperecedera e invencible.
Sí, puede que la lluvia empape a la sucá, pero la dimensión espiritual de la sucá no se ve afectada, igual que un diamante en un aguacero. “La conciencia de la sucá” es la conciencia de la proximidad de Dios. Después del purgatorio de Rosh Hashaná y Iom Kipur, Sucot viene como una recompensa para el alma, la única recompensa que ofrece la esfera espiritual: un sentimiento de estar cerca de Dios.
El resultado es la alegría absoluta.
¿Pero puede la alegría espiritual opacar la desazón y la desesperanza de la pérdida física y financiera? Imagina que comienza un fuego en tu casa en el medio de la noche. Tú despiertas y ves el incendio. De repente, el bombero irrumpe en tu habitación y te lleva fuera de la casa a un lugar seguro. En estado de shock, miras como toda tu casa y todas tus posesiones arden en llamas. ¿Pero dónde están los miembros de tu familia, tus padres, cónyuge o hijos? ¿Han sido consumidos por el fuego, o fueron rescatados? En el caos y la oscuridad, tienes pánico por tus seres queridos.
Luego, alguien se apura en llegar a tus brazos. Elevas la mirada para ver a la gente que más amas en el mundo. Están sanos y salvos. ¿No opacaría la alegría espiritual que sientes en ese momento la desazón y la desesperanza de perder todas tus posesiones?
Una visita al Rav Weinberg
Una relación íntima con Dios puede opacar cualquier pérdida física o financiera. ¿Cómo sé esto? Porque hace muchos años atrás estuve cinco minutos con el Rav Noaj Weinberg zt»l.
El Rav Weinberg zt»l, fundador y decano de Aish, fue diagnosticado con cáncer. A la edad de 78 él atravesó radiación y quimioterapia durante mucho tiempo.
Aquella vez, cuando estaba terminando Rosh Hashaná, mi amiga Pamela me dijo: “Voy a visitar al Rav Weinberg. Él pasó Rosh Hashaná en su oficina en Aish, aquí en la ciudad vieja, ¿quieres venir conmigo?”.
Yo aproveché la oportunidad. Me había encontrado personalmente con el Rav Weinberg sólo dos veces en el pasado, pero había estado rezando por su recuperación.
Varios de sus nietos estaban jugando en la escalera que lleva a su oficina. La puerta estaba abierta. Pamela le preguntó a alguien si el Rav Weinberg estaba allí, y fuimos invitadas a pasar.
¡La sonrisa radiante del rabino Weinberg iluminaba toda su cara, en realidad todo el cuarto!
El Rav Weinberg estaba parado allí apoyándose en un bastón. No lo reconocí. Su cuerpo una vez robusto estaba encorvado y débil. Su distinguida y tupida barba blanca estaba delgada y dispersa. Su imagen atemporal había sido reemplazada por la cara de un hombre demacrado.
Pamela rápidamente nos presentó a las dos: “Yo soy Pamela, y ella es Sara Rigler”.
“¿Cómo está usted?”, le pregunté yo, con el corazón roto por su declive físico.
“¡Oh! Acabo de leer su artículo sobre la mujer que salvó a sus hijos del fuego”, respondió el Rav Weinberg, alejando la conversación de si mismo. “Me dio jizuk (fortaleza)”, me dijo y se rió con una alegría efervescente que no venía de ningún lugar visible.
Pamela y yo expresamos preocupación por su salud.
“¿Saben cuál es la cosa más importante que hay que saber en el mundo?”, preguntó él, completamente enfocado en nosotras, aún mientras se paraba tembloroso apoyado en el bastón.
Nosotras meneamos nuestras cabezas hacia un lado y otro diciendo que no.
“¡Saber que Dios te ama!”, pronunció él triunfantemente. “¿Sabes que Dios te ama?”, le preguntó a Pamela. Ella asintió y dijo: “Sí”.
“¿Sabes que Dios te ama?”, me preguntó a mí. Yo asentí y dije: “Sí”.
Fue un encuentro con la fe perfecta. No es que Dios, Quien dirige el mundo, hizo que las cosas pasaran como el Rav Weinberg hubiese querido que pasen. Sino que Dios, Quien dirige el mundo, hizo todo lo que hizo por amor al Rav Weinberg; él entendió que de alguna manera, de alguna forma inescrutable, el cáncer y los deterioros físicos eran regalos de amor. Porque la realidad máxima e invencible es el amor de Dios, el cual el Rav Weinberg sintió tan intensamente que nos lo quería comunicar a Pamela y a mí. La cercanía a lo Divino iluminaba su cara y animaba su ancha sonrisa. Su cuerpo estaba totalmente vulnerable y tristemente deteriorado, pero su fe y alegría eran invencibles.
Fue un «momento sucá» por excelencia.
Fuente: AishLatino
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