En 1960, el Mossad secuestró en San Fernando al hombre que diseñó el Holocausto. Esta es la historia de lo que pasó después.
Es obvio: los hijos, los nietos o los parientes de los nazis no son nazis. Algunos han sufrido mucho simplemente por portar esos apellidos asociados a la infamia. De todos modos, la huella de los descendientes es interesante y también sugestiva.
Adolf Eichmann, el arquitecto del Holocausto que vivió en la Argentina sin pena ni gloria, pero con impunidad, tuvo cuatro hijos: según pudo saber Clarín, dos de ellos están vivos. Uno, Ricardo, vive en Berlín, y otro, Dieter, presuntamente aquí, en la Argentina (aunque existen versiones que lo dan por muerto desde hace uno o dos años). Está viva también una nuera de Adolf,Carmen Beatriz Bretín Lindemann, a quien todos en Carupá, la localidad misionera en la que reside, llaman “La Gringa”. Empresaria textil, dueña de una Pyme, reivindicó la visión nazi del Holocausto en más de un reportaje y cada vez que habló de su suegro lo señaló como “el abuelo”. La hija de Carmen y nieta de Eichmann, Verónica Eichmann, trabaja según consta en su página de Facebook, en una empresa misionera de Ramón Puerta, ex presidente interino de la Nación y actual embajador argentino en España. Se llama como su abuela Vera, la mujer de Eichmann.
Después de la matanza
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la Argentina recibió con los brazos siniestramente abiertos a algunos de los jerarcas de Hitler más viles: Eichmann, “el arquitecto del Holocausto”; Josef Mengele, “el Ángel de la Muerte”; Eric Priebke, “el Verdugo de las Fosas Ardeatinas”; Eduard Roschmann, “el Carnicero de Riga”; y Ante Pavelic, “el Hitler croata”, un sujeto que decidió la muerte de centenares de miles y que aquí tuvo poder, protección de Juan Perón e impunidad apabullante. Hubo muchos otros nazis protegidos en el país.Algunos, sospechan los expertos del Centro Wiesenthal consultados para esta nota, podrían estar aún vivos e impunes. Tendrían entre 90 y 100 años de vida.
Los hijos mayores de Eichmann, Klaus y Horst Adolf, ambos fallecidos, son los que fogonearon el credo de su padre activamente en agrupaciones de ultraderecha en Argentina. Tiempo después de que una célula secreta de la Mossad secuestrara al jerarca para juzgarlo por el Holocausto, fundaron el Frente Nacional Socialista Argentino, cuyas implicancias se verán más adelante. Klaus, el mayor, fue quien a su pesar deschavó la identidad de su padre ante una joven que le atraía. Ella, Sylvia Hermann, era la hija de un judío alemán sobreviviente del campo de exterminio de Dachau, Lothar Hermann. Klauss no fue discreto, habló de más y Sylvia le contó a su padre sobre un hombre llamado Ricardo Klement (el nombre falso del nazi en la Argentina).
En el Museo de herencia judía de Nueva York, la cédula de identidad argentina de Ricardo Klement, identidad bajo la cual se ocultaba Eichmann.
Lothar Hermann, el padre de Sylvia, logró convencer a los israelíes a través de interpósitas personas que ese nazi tan buscado estaba aquí: impune y trabajando. Fue un denunciante solitario y empecinado (ver aparte), cuyo trabajo heroico tardó muchísimos años en ser reconocido. Eichmann fue llevado a Israel y condenado a muerte. Fue ejecutado en 1962. Instantes antes, pronunció sus últimas palabras: “¡Larga vida a Austria, larga vida a Alemania, larga vida a Argentina, nunca los olvidaré!”.
Ricardo Eichmann, en una imagen de 2015, durante una conferencia sobre arqueolgía de medio oriente
Vivió y trabajó en Austria, en Alemania accedió al sumun de su poder maléfico, y en la Argentina conoció la serenidad, la vida ordinaria. Anónimo, en la pobreza a veces y finalmente en una casa de San Fernando: la casa de la calle Garibaldi que la película Operación Final, un furor de Netflix que trajo de nuevo el tema a la actualidad, ha logrado reconstruir con exactitud. De esa casa, hoy no queda nada.
Eichmann tuvo a cargo la implementación del sistema de transporte de los judíos hacia los campos de exterminio. Una secuencia simple, macabra y eficiente: de los guetos a los trenes y de los trenes a la muerte. Así exterminaron a 6 millones de personas. Pero al finalizar el horror consiguió un pasaporte falso a través de la Cruz Roja y se reinventó como vecino de suburbio, discreto y disciplinado. En la Mercedes Benz trabajó sin inconvenientes. Si no hubiese sido extraído desde este país hacia un juicio que pudo ver el mundo habría permanecido anonimizado.
Eichmann trabajó en Orbis, en Mercedes Benz, crió conejos y vendió jugos en Tigre, entre otras actividades en suelo argentino.
Los atentados décadas más tarde contra la embajada de Israel y contra la AMIA expusieron la complicidad de asesinos locales con las fuerzas de Hezbollah. Es una cierta línea de continuidad con los fascistas que antes les abrieron las puertas a los jerarcas fugados del nacional socialismo.
Fuente: Clarin.ar