Según la escritora Verónica Ormachea, Hochschild convenció a su amigo presidente Germán Busch, descendiente de alemán, sobre las ventajas de recibir migrantes judíos
Un migrante judío alemán que amasó una fortuna en la minería en Bolivia salvó del holocausto nazi en la Segunda Guerra Mundial a 10.000 judíos, 10 veces más que Oskar Schindler, quien inspiró la premiada película de Steven Spielberg.
Con documentos históricos en mano, la escritora boliviana Verónica Ormachea destaca que Moritz Hochschild (1881-1965), conocido también como Mauricio Hochschild, cumplió una labor humanitaria «sin precedentes» al conseguir refugiar en Bolivia a tal cantidad de personas que escapaban del nazismo.
«Éste fue un hecho histórico sin precedentes para la historia de los judíos de Bolivia y del mundo. Fue un hecho histórico haber logrado salvar a 10.000 judíos», dice la periodista e historiadora en una entrevista con la AFP en su oficina en La Paz.
Hochschild fue uno de los tres ‘barones del estaño’ en Bolivia, junto con Simón I. Patiño (1860-1947) y Carlos Víctor Aramayo (1889-1982). Tuvo gran influencia en el país hasta que la revolución de 1952 estatizó la minería. En su novela histórica «Los infames», Ormachea relata como miles de judíos europeos llegaron al corazón de Sudamérica huyendo del terror nazi.
Con un personaje ficticio, Boris Kominsky, el libro describe la ayuda brindada por uno de los más grandes potentados mineros, nacido en 1881 en Alemania, que emigró a inicios del siglo XX a Bolivia, donde acumuló una fortuna, y falleció en Francia en 1965.
El libro comienza con el joven Kominsky en Polonia en 1939, cuando sonaban los tambores de guerra y la invasión nazi era inminente. Él busca convencer a su padre, un médico de Varsovia, de huir a Sudamérica pues ha escuchado que Moritz Hochschild estaba ayudando a escapar a sus paisanos.
Carta a Nueva York
Si bien el protagonista es ficticio y el libro tiene elementos propios de una novela, Ormachea precisa que casi todos los hechos narrados son ciertos. Los ha recopilado tras años de investigación, recurriendo a documentos y entrevistas con descendientes de los emigrados. «Utilizaron puertos en Italia y en Lisboa para salir de Europa. Llegaron hasta el puerto de Arica (norte de Chile) para trasladarse por ferrocarril a Bolivia,principalmente a La Paz y Cochabamba«, explica.
Una carta enviada por Hochschild en 1940 a James Rosenberg, un judío que vivía en Nueva York, para pedirle cooperación financiera, atestigua la veracidad de la historia, dice la escritora. En la misiva, Hochschild le dice a Rosenberg que logró transportar a Bolivia «entre 9.000 y 10.000» judíos y que su plan, que tenía visto bueno del presidente boliviano de la época, el militar Germán Busch (1937-1939), era trasladar hasta 30.000 personas al país.
Con la ayuda de dos compañías del empresario minero, los judíos llegados a Bolivia fueron ubicados en la región cocalera de Yungas, al este de La Paz, donde trabajaron en la agricultura. También recibieron préstamos para diversos emprendimientos. El censo de 1940 estableció que en Bolivia vivían 12.300 judíos.
«El Schindler de Bolivia»
Ormachea explica que Hochschild usó su fortuna para ayudar a los judíos a conseguir pasaportes, transporte, comida y comenzar una nueva vida en Bolivia. «Su labor histórica, filantrópica y humanitaria no tiene precedentes», resalta.
Su monumental tarea humanitaria tuvo mayores resultados que la del industrial alemán Oskar Schindler (1908-1974), que inspiró la película «La Lista de Schindler» de Spielberg, que ganó el Oscar a la Mejor Película en 1993. «Schindler salvó como 1.200 judíos, él era miembro del partido nazi, pero Hochschild salvó como 10.000 judíos con su dinero», enfatiza Ormachea.
Según la autora, el magnate convenció a su amigo presidente Germán Busch, descendiente de alemán, sobre las ventajas de traer a esos migrantes desde Europa. Bolivia fue de los pocos países que recibió a judíos antes y durante la Segunda Guerra Mundial.
La escritora dice que Hochschild volvió a su pueblo natal de Biblis, 50 km al sur de Fráncfort, donde encontró que su casa había sida usurpada por los nazis. Quería rescatar a su familia, pero no logró impedir la muerte de su hermana en el campo de exterminio de Auschwitz.
Empero, Hochschild no pasó a la historia boliviana como un buen samaritano. Es visto como un extranjero que «se hizo la América» expoliando las riquezas naturales a un pobre país de Sudamérica, y que tuvo a su merced a gobernantes débiles y corruptos.
Parte de la historia de este «Schindler de Bolivia» se encuentra en los viejos archivos de la empresa estatal minera Comibol, formada por compañías nacionalizadas en 1952. Estos olvidados archivos de las empresas de Hochschild, «redescubiertos» en la década pasada, fueron incluidos por la Unesco en 2016 en el Registro de la Memoria del Mundo.
Fuente: ElDeber.bo