Miriam Peretz pagó un precio enorme, dos veces, en defensa de Israel.
Miriam Peretz ganó el Premio Israel por su Trayectoria de Vida «fortaleciendo el espíritu judío-israelí». En el 2021 se postuló como candidata independiente para presidenta de Israel. Es una destacada educadora y oradora, cuya historia personal llega a lo más profundo del corazón y ha dejado una huella indeleble en la conciencia del estado judío.
En 1998 su primogénito, Uriel (de 22 años), un soldado de la unidad de elite Golani resultó fatalmente herido por una bomba colocada por terroristas de Hezbolá en el Líbano. Las reglas del ejército dictaminan que en esos casos, para evitar más dolor a la familia, los hermanos del soldado caído quedan exentos de su servicio militar. Sin embargo, los otros tres hijos de la familia Peretz (Eliraz, Amijai y Eliasaf) siguieron sus pasos y se convirtieron en miembros de la brigada Golani, con el consentimiento de sus padres.
Doce años más tarde, poco antes de Pésaj del 2010, su hermano Eliraz (32 años y padre de 4 niños pequeños), fue asesinado en una emboscada palestina cerca de la frontera de Gaza. Miles de personas participaron en el funeral y Miriam habló por televisión nacional con enorme pasión sobre su devoción a Dios y al pueblo judío. El primer ministro Netanyahu dijo: «No podemos dejar de sorprendernos de la fuerza de la madre, Miriam, la madre de los hijos. Toda la nación recibe fuerza a partir de su coraje».
En el año 2010, dos semanas después de esa tragedia, tuve el mérito de conversar con Miriam en su hogar, ella mantenía un espíritu de fuerza inspiradora y optimismo. Con motivo de Iom Hazikarón, el día del recuerdo de los caídos de Israel, quiero compartir lo que Miram Peretz dijo en ese momento.
¿Qué ocurrió ese día cerca de la frontera de Gaza?
Hay una cerca de seguridad que separa Israel de Gaza, y a unos pocos metros de esa cerca se encuentran los campos agrícolas que pertenecen al Kibutz Ein Hashloshá. En el pasado, los palestinos trataron de colocar explosivos en la cerca o de cavar túneles por debajo de ella. El viernes 26 de marzo del 2010, Eliraz y su unidad estaban patrullando a lo largo de la cerca y vieron a dos palestinos colocando bombas. Fueron a detenerlos y uno de los palestinos comenzó a disparar en dirección de los soldados. Eliraz tenía una granada de mano en su chaleco, una de las balas pegó en el pasador de la granada y la hizo explotar. Fue una casualidad, pero fue la forma en que Dios nos dijo que había llegado el momento de Eliraz.
Algunas semanas antes de que mi hijo Uriel fuera asesinado, tuve una premonición de que algo iba a pasar. Incluso Uriel mismo escribió que pensaba que moriría. Un buen amigo de Uriel le dijo: «Si sospechas algo, trata de conseguir que te liberen del servicio de combate». Pero Uriel le respondió: «Cuando haces lo correcto, no se le teme a la muerte».
¿Cómo le dieron la noticia de lo ocurrido con Eliraz?
Ese viernes a la mañana, uno de mis hijos se despertó y me dijo: «Ima, anoche soñé que estabas de duelo». Yo le dije que no le diera importancia al sueño, que eso debía tener otro significado.
Esa misma tarde, exactamente a las 3:06 pm, estaba hablando por teléfono con mi hija. De repente me golpeé la cabeza con el borde de una alacena de la cocina. Grité muy fuerte. Colgué el teléfono y mis hijos vinieron corriendo a ver qué había pasado. Yo me sostenía la cabeza con ambas manos y gritaba: «¡Qué golpe! ¡Nunca antes me golpeé tan fuerte!». Mi hijo me revisó la cabeza y me dijo: «Ima, no tienes nada. No hay sangre, ni siquiera un rasguño». Después supe que en ese mismo momento fue cuando mataron a Eliraz.
Pero entonces no lo sabía. Estaba sentada tranquilamente, esperando el comienzo del Shabat. Vino una vecina y comenzó a hablar de cualquier cosa. Entonces le dije: «¿Tienes alguna noticia sobre Eliraz?». No sé por qué, pero sospeché que algo había pasado. Ella me dijo que Eliraz había resultado herido. Pensé que iba a ir al hospital a visitarlo, pero en ese momento comenzó a llegar más gente a la casa.
Vi que alguien estaba en cierta posición en la puerta y eso me trajo un flashback, una imagen que ya había visto 12 años antes, cuando llegaron a informarme que Uriel había sido asesinado. De inmediato salté, cerré todas las puertas y ventanas de la casa y anuncié: «¡Nadie sale de esta casa y nadie entra a esta casa!».
Me senté y les dije a todos los que estaban a mi alrededor: «No me den ninguna noticia. Mientras no me digan nada, Eliraz sigue vivo. Pero apenas me lo digan, habré perdido a mi hijo».
Eliraz llegó al cargo de Mayor y era conocido como un verdadero líder. ¿Qué era lo que lo motivaba?
Eliraz tenía un amor infinito hacia el pueblo judío y estaba comprometido a dar todo lo que tenía. En la batalla, siempre estaba al frente, porque los oficiales siempre van primero. Una familia me contó que vieron cómo Eliraz corrió bajo una lluvia de balas para regresar al lado de un soldado herido y cargarlo sobre su espalda. Y hay muchas historias similares.
Mi hijo dejó un cuaderno con cartas que parecen haber sido escritas por una de las grandes personas de esta generación. Sobre el tema del sacrificio, él escribió: «Sacrificio personal implica dar: dar tu tiempo, tu dinero, tu corazón, tus fuerzas, y si es necesario, tu misma alma. No hacerlo de vez en cuando, sino en cada momento de cada día».
Eliraz siempre se preguntaba a sí mismo: «¿Qué es lo que Dios quiere de mí en este mundo?». Cada noche, antes de irse a dormir, Eliraz decía Shemá Israel y luego agregaba: «Por favor, Hashem, úsame como Tu mensajero para aquello que Tú desees». Eso será lo que escribiremos en su tumba.
Hay muchas historias sobre su enorme bondad, ¿Puede compartir algunas con nosotros?
Eliraz tebnía una singular combinación de coraje y ternura. En el 2006, el Mayor Roi Klein fue asesinado en el Líbano tras saltar sobre una granada de mano para salvar a los otros soldados. Roi y su familia eran vecinos de Eliraz. Tras la muerte de Roi, Eliraz llevaba a sus hijos huérfanos a caminatas y a la playa, los invitaba para Shabat, les enseñaba Torá.
Él estaba profundamente comprometido a hacer el bien a los demás, y siempre lo hacía con enorme humildad. Cada vez que lo llamaba me decía: «Ima, por favor no me digas nada que pueda dañar a otra persona».
Él amaba a su esposa y a sus hijos con todo su corazón. Cuando lo mataron, encontraron en su bolsillo dibujos que habían hecho sus hijos.
Un día, mi hijo Eliasaf salió a caminar con el hijo de Eliraz. Mientras caminaban encontraron una roca en medio del camino. Mi nieto le dijo a Eliasaf: «Tú no eres como mi padre. Cuando mi padre encontraba una roca en el camino, se detenía y la sacaba para que no molestara a otra persona y para que nadie fuera a lastimarse».
El pueblo de Israel ha perdido a uno de sus mejores hijos. Yo espero que la gente tome la bandera que Eliraz llevaba y la incorporen a sus propias vidas. Eso será como si Eliraz siguiera viviendo. Él era recto y puro, un hombre sagrado.
¿Por qué piensa que Dios la eligió para este increíble desafío?
Somos una familia simple. En el mundo hay muchas personas justas. ¿Por qué yo? No lo sé, A veces me siento como Iov (Job), a quien Dios puso a prueba con toda clase de aflicciones.
En la shivá, vino a consolarme David Chatuel. En el 2004, un árabe atacó y mató a toda su familia: su bella esposa y sus cuatro pequeñas hijas. Le dije: «¡Te envidio! Tú perdiste todo en un solo día, luego pudiste seguir adelante y reconstruir tu vida». Pero después de perder a Uriel, yo me sentía en el más profundo desconsuelo. Entonces tenía a mi esposo para apoyarme, y juntos pudimos salir de esas profundidades. Eliraz se casó y tuvo un hijo a quien llamó Or Jadash en recuerdo de Uriel. Su brit milá fue en la Cueva de los Patriarcas en Jevrón, en el lugar donde fue enterrado Abraham. Fue espectacular. Pero justo entonces, en la cima de mi felicidad, mi esposo se enfermó y murió. Pensé que Dios había dejado de enviarme desafíos. A fin de cuentas, ¡solo soy un ser humano!
Eliraz me alentó a seguir adelante. Él se convirtió casi en un padre para los otros niños. Dos años después se casó mi hija Hadas, y Eliraz la acompañó a la jupá en lugar de mi esposo. Una vez más sentí una dicha infinita.
Ahora también lo perdí a él.
Mi hija me dijo que ella imagina una conversación que tuvo lugar en el cielo. Dios le dice a Eliraz: «Te necesito aquí arriba». Eliraz le responde: «Pero mi esposa me necesita aquí abajo».
Dios le dice: «Pero Yo te necesito», y Eliraz le responde: «Pero también mis hijos me necesitan».
Entonces Dios el dice: «¡No! ¡Te necesito aquí ahora!». Eliraz le responde: «Mi esposa y mis hijos tal vez puedan arreglárselas. ¿Pero mi madre? ¡No puedes hacerle esto a ella!».
Sé que nunca tendré respuestas. Después de la muerte de Uriel entendí una cosa: Una persona no puede disfrutar las cosas buenas de la vida y luego quejarse con Dios cuando las cosas salen mal. Uno tiene que creer que Dios dirige el mundo en todos los aspectos. Tan dolorosas como puedan ser algunas cosas, mi fe en Dios sólo se vuelve más fuerte. Porque sé que todo lo que Dios hace es para bien, y lo acepto con amor.
Su familia creció mucho desde la muerte de Uriel. ¿Cuál es la diferencia esta segunda vez?
Cuando mataron a Uriel, la mayoría de mis hijos eran muy pequeños y no comprendieron la enormidad de lo que ocurría. Ahora ellos son más grandes y Eliraz ha partido, el dolor es mucho más grande.
Durante las últimas semanas, vinieron a visitarme muchos de los jóvenes que sirvieron en la brigada con Uriel. Ahora tienen treinta y tantos años y sus propios hijos. Sólo ahora pueden empezar a entender lo que yo perdí. Ellos me brindaron mucho apoyo y consuelo.
Hubo una enorme manifestación de apoyo de todo el país. Si logramos unir al pueblo judío durante una semana, entonces la muerte de Eliraz no fue en vano. Una semana en la que cesen las discusiones. Una semana en que los corazones estén abiertos para recibir a los demás. Una semana en la que los extraños se unen con el dolor de una familia.
Durante 12 años mantuvo viva la memoria de Uriel, y ahora Eliraz, Como madre, ¿cómo mantiene esa conexión?
Cuando mataron a Uriel en 1998, sus compañeros me trajeron una piedra del lugar donde ocurrió. Esa piedra estaba negra, completamente quemada por el fuego que siguió a la explosión. Con los años, cada vez que siento que se debilita el recuerdo de Uriel, pongo esa piedra sobre mi corazón.
En el 2006, también Eliraz estuvo en el Líbano y fue al lugar donde mataron a Uriel. Él levantó una piedra y me la trajo. Esta piedra estaba blanca y limpia, y Eliraz me dijo: «Ima, deja la piedra negra. Ya ves que cayó lluvia y lavó la sangre; brilló el sol e hizo que el lugar volviera a florecer». Yo entendí que esa es la historia de nuestra familia: siempre estamos entre las llamas y la renovación. Esa también es la historia del pueblo judío.
Cuando me vinieron a visitar los soldados que sirvieron con Eliraz, les pedí que me trajeran una piedra del lugar donde mataron a Eliraz. Con ayuda de Dios, cuando el Templo Sagrado sea reconstruido en Jerusalem, yo llevaré estas piedras para ayudar a formar sus cimientos.
Fuente: AishLatino
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