Si el Gobierno decide entregar la zona oriental de la ciudad a los palestinos o ceder parte de su control en caso de un acuerdo de paz, deberá contar con el voto de 80 de los 120 diputados.
El liderazgo palestino responde que es «una declaración de guerra».
Por Sal Emergui
El ala más nacionalista del Gobierno israelí ha cumplido una de sus promesas electorales: la ley parlamentaria que dificulta la división de Jerusalén y la cesión de parte de su territorio «a un ente extranjero»-tal y como afirman los promotores de la enmienda- en caso de un acuerdo con los palestinos.
Con 64 votos a favor y 51 en contra, la Knésset (Parlamento israelí) aprobó esta madrugada la propuesta presentada por dos dirigentes del partido Bayit Yehudi, según la cual cualquier decisión que tome el Gobierno sobre un cambio de estatus o cesión de cualquier porción de la santa y disputada ciudad deberá contar con la aprobación de 80 de los 120 diputados de la cámara israelí.
El liderazgo palestino ha condenado la votación vinculándola al reciente anuncio del presidente estadounidense, Donald Trump, sobre Jerusalén. Según denuncia este miércoles la Autoridad Nacional Palestina (ANP), «es una declaración de guerra contra el pueblo palestino y su identidad religiosa y política».
De momento, la llamada «Ley de Jerusalén Unida» se queda en el espectro de la teoría ya que las negociaciones están estancadas desde hace casi cuatro años. Si la resurrección hoy del proceso de paz se puede considerar un milagro, la consecución de un acuerdo en los próximos meses superando las abismales diferencias entre las partes sería ya ciencia ficción. La nueva enmienda legislativa puede ser tumbada en cualquier momento si logra el voto de 61 de los 120 diputados.
El presidente palestino, Abu Mazen ha dejado claro en repetidas ocasiones que Jerusalén Este debe ser la capital del futuro Estado palestino como base para cualquier acuerdo con Israel. En 1980, la Knésset aprobó la anexión de la parte oriental y ocupada a Jordania en la guerra del 67. La comunidad internacional, que no reconoció este paso, exige a las partes una solución pactada sobre la ciudad.
Tras la aprobación de esta enmienda de la Ley Básica sobre Jerusalén, el líder de Bayit Yehudi y ministro de Educación, Naftali Bennett se mostró satisfecho: «Prometimos la unidad de Jerusalén, la capital indiscutible de Israel, ahora blindamos la promesa».
«Jerusalén se salvó dos veces de la tragedia de su división durante el mandato de Ehud Barak y Ehud Olmert. La Ley sobre Jerusalén unificada evitará nuevos intentos de dividirla y presiones futuras sobre Israel», añadió refiriéndose a la oferta de la división de la ciudad realizada por los dos ex jefes de Gobierno a Yasir Arafat y Abu Mazen respectivamente. «Más allá de que Jerusalén es la capital del pueblo judío desde hace más de 3000 años, cada vez que Israel se ha retirado de un territorio como por ejemplo en Gaza, recibimos Hamastán, terror y misiles», añadió Bennett.
Duelo en la derecha israelí
Pero más allá de un asunto ideológico, se trata también de un capítulo más de la lucha política interna entre los dos grandes rivales en la derecha israelí: Bennett y Netanyahu.
De ahí que en la oposición de centroizquierda acusen al primer ministro de «ceder y hacer una vez más lo que Bennett dicta». El partido laborista también apoya la unidad y capitalidad de Jerusalén pero advierte que el camino tomado por el actual gobierno «puede llevar a Israel a un auténtico desastre». El diputado centrista Ofer Shelaj, asegura que «es una medida típica del ejecutivo de Netanyahu que tiene un carácter básicamente declarativo».
La iniciativa de Bennett, apoyada por la mayoría del Likud y de otros partidos, fue relanzada en junio y frenada en el pasado debido en parte a Netanyahu. Éste temía que podría ser interpretada como «un obstáculo» en la negociación provocando el malestar de EE.UU. Pero hoy la negociación aguarda en la nevera mientras el presidente Barak Obama ha sido sustituido por un dirigente mucho más próximo a las posiciones del actual Gobierno israelí.
Precisamente, la votación llega casi un mes después de que Trump reconociera Jerusalén como capital de Israel provocando la ira y protestas de los palestinos y los países árabes y musulmanes. Los principales aliados de EE.UU en la región (liderados por Arabia Saudí) y en el mundo (Alemania, Francia, Gran Bretaña..) criticaron el discurso de Trump. Cabe recordar que éste no usó el término «Jerusalén unificada» y aclaró que sus fronteras debían ser pactadas en la negociación entre israelíes y palestinos.
La gran pregunta es si la votación de este martes influirá en el plan de importantes diputados del Likud para que Israel se desvincule de algunos barrios palestinos en la zona oriental de Jerusalén.
Condena palestina
Para el liderazgo palestino, la votación de la Knésset se suma al anuncio de Trump -que incluyó también la voluntad de trasladar la embajada a Jerusalén- y a la votación anteayer en el Consejo Central del Likud a favor de pedir al gobierno que extienda la ley israelí a las colonias en Cisjordania donde viven más de 400.000 israelíes. Lo que para el Gobierno israelí es «el territorio liberado de Judea y Samaria» para los palestinos y la comunidad internacional «es el territorio ocupado en 1967».
En declaraciones a la emisora de radio de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), el veterano dirigente de la OLP, Saeb Erekat denunció que la decisión de la Knésset es «parte del intento de Israel y Estados Unidos de imponer una solución y destruir el principio de los dos Estados en las fronteras del 67 y con Jerusalén como capital. Nosotros lo evitaremos».
Para el portavoz presidencial, Nabil Abu Rudeina, «la votación refleja claramente que Israel ha declarado oficialmente el fin del llamado proceso político«.
Las facciones palestinas coinciden en definir a Al Quds (Jerusalén) como línea roja. Pero mientras Abu Mazen exige que la parte oriental sea la capital de Palestina y la occidental de Israel, el grupo islamista Hamas defiende que «Al Quds entera es palestina y musulmana».
Fuente: ElMundo.es