Celebrada durante ocho días y noches, la fiesta por excelencia del judaísmo (junto al Yom Kipur) conmemora un levantamiento popular y un milagro sagrado de hace más de 2.000 años.
Llega el momento de celebrar Hanukkah (o, en castellano, Janucá, según la Comunidad Judía de Madrid), la fiesta judía de las luces que dura ocho días y ocho noches. Este año, la Janucá comienza el domingo 28 de noviembre y termina el lunes 6 de diciembre. Aunque la popularidad de la fiesta ha aumentado en tiempos modernos, sus orígenes se remontan a los turbulentos siglos que siguieron a la muerte de Alejandro Magno, el antiguo líder macedonio que conquistó el Imperio Persa.
Los orígenes de la Janucá
Tras la muerte de Alejandro en el 323 a.C., se desató una lucha de poder entre sus generales que se prolongó durante más de un siglo. Los reyes grecosirios seléucidas salieron victoriosos y gobernaron muchos de los antiguos territorios de Alejandro, incluida Judea (situada en el centro del actual Israel). Los seléucidas ejercieron su influencia a través de la helenización, es decir, la difusión del arte, arquitectura y religión de origen griego. Las comunidades locales, especialmente en Judea, se resistieron a esta transformación.
En el año 175 a.C., el rey seléucida Antíoco IV Epífanes llegó al poder e intentó obligar a los judíos a unirse a la causa helenística. Los seléucidas capturaron el Templo sagrado de Jerusalén y lo profanaron erigiendo un altar al dios griego Zeus en su interior. Antíoco proscribió la fe judía y ordenó la adoración de los dioses griegos. Algunos estudiosos defienden que el monarca creía que el establecimiento de una religión común podría haber ayudado a unificar el fracturado imperio, pero sus brutales métodos echaron por tierra sus intenciones.
El historiador judío Josefo, registró en el siglo I d.C. el brutal saqueo de Jerusalén y el trato que recibieron los disidentes judíos, que fueron «azotados con varas, y sus cuerpos despedazados, y crucificados, mientras aún vivían y respiraban. . . Y si se encontraba algún libro sagrado, o la ley, era destruido; y aquellos con los que se encontraban también perecían miserablemente».
Horrorizados por la profanación del templo y la crueldad hacia el pueblo judío, un sacerdote llamado Matatías y sus hijos se rebelaron. Tras la muerte de Matatías en el año 166 a.C., su hijo Judá el Macabeo (el «Martillo») ocupó el lugar de su padre en la lucha y lideró al pueblo judío en muchas victorias sobre los seléucidas. En el año 164, Judá recuperó Jerusalén y restauró el Templo, limpiándolo y dedicándolo de nuevo a la religión judía. La Revuelta de los Macabeos, como llegó a conocerse, continuó hasta expulsar finalmente a los seléucidas de Judea en 160 a. C.
Janucá, que significa «dedicación», conmemora el milagro de luz que se produjo cuando Judá dedicó de nuevo el templo al dios hebreo. Según el Talmud (uno de los textos sagrados del judaísmo), los seléucidas solo dejaron una ampolla de aceite intacta, lo suficiente para mantener encendido el candelabro del templo durante un día. Pero ardió durante ocho días -el tiempo suficiente para que los judíos victoriosos consiguieran más aceite- y el milagro se convirtió en la base de una querida fiesta para darle las gracias a Dios y celebrar la victoria de la luz sobre la oscuridad.
Cómo se celebra la Janucá
Aunque tradicionalmente se trata de una fiesta religiosa de poca importancia, Janucá se hizo popular en el siglo XX debido a su proximidad con la Navidad. La Janucá, escribe Tatjana Lichtenstein, directora del Centro Schusterman de Estudios Judíos de la Universidad de Texas en Austin (Estados Unidos), «ofrecía a los judíos la oportunidad de participar en las celebraciones navideñas, con entrega de regalos y alegría, sin renunciar a sus distintas identidades religiosas y culturales».
En la actualidad, Janucá se celebra el día 25 de Kislev (el noveno mes del calendario hebreo), que suele caer, como sucede este año, entre finales de noviembre y mediados de diciembre. Durante ocho noches se encienden velas en una menorá, un candelabro con espacios para nueve velas (una para cada noche, más una vela «sirviente» llamada shamash, o shammes en yiddish). En cada noche sucesiva, se añade una vela más y se enciende. Durante el encendido, se recitan bendiciones y oraciones especiales. Se cantan canciones y se intercambian regalos para conmemorar el milagro ocurrido en el Templo hace más de 2000 años.
Este año, aunque se espera que la pandemia de COVID-19 dificulte, de nuevo, las celebraciones de Janucá en todo el mundo, la situación variará en función de las medidas que tomen las autoridades sanitarias de cada país. Sea como sea, ni siquiera una pandemia será capaz de extinguir esta fiesta dedicada al milagro de la luz. En caso de que lo responsable sea quedarse en casa, gran parte de la alegría tendrá lugar a distancia, desde encendidos virtuales de la menorá hasta recreaciones de la historia de Janucá desde el coche. Según la Federación de Comunidades Judías, en España viven alrededor de 45.000 judíos y existen más de 30 sinagogas, algunas con capacidad de hasta 800 personas.
Fuente: NationalGeographic
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