En la era digital, sobrevive un oficio antiguo: la escritura artesanal de los textos sagrados judíos. La caligrafía de un sofer se aplica sobre cuero de vacunos nonatos y es perfecta.
El que dicta es Dios. El que traslada su ley al pueblo judío es el profeta Moisés. Y el que despliega en tinta esa creencia 3.300 años después, en un departamento lleno de libros del barrio del Once, es un escriba ritual, un sofer, que está agazapado sobre el pergamino, con los puños de su camisa blanca granizados de pequeñas aureolas negras.
El hombre que hace sombra con su barba canosa también se llama Moisés, pronuncia en voz alta cada palabra en hebreo que logra completar y cierra los ojos. Luego los abre, alza la mirada y se dispone a contar su historia.
Moisés Horacio Hamra es rabino. Nació hace 57 años en el Sanatorio Otamendi, se casó, tuvo 11 hijos (seis varones y cinco mujeres) y aprendió este oficio sagrado, milenario y artesanal del maestro Biniamin “Binio” Grunwald, otro rabino muy apreciado en la comunidad.Play VideoVideo: En la era de la tecnología sobrevive un oficio artesanal, la escritura a mano de los textos sagrados judíos
Cuando el presidente Alberto Fernández dictó la cuarentena, el 20 de marzo pasado, Moisés cargó sus herramientas en una valija, dejó su estudio y se instaló en la pieza soleada, con adornos juveniles y una cama cucheta de sus hijos.
El lugar donde escribe a mano la Torá en nada se parece a esas atmósferas medievales, taciturnas y crepusculares que recrean las series, los documentales y ahora las telenovelas que se atreven a incursionar en historias sagradas.
Mesa donde el sofer despliega su talento, con una lente, un tintero y buena luz. (Foto: Ariel Grinberg).
Aquí llega el bullicio de la calle San Luis, las maniobras de camiones que estacionan para poder bajar telas y el ruido de la cocina, donde una mujer prepara viandas de la AMIA para personas internadas en el Hospital Israelita.
Sabe Moisés que su distinguida labor como escriba de textos de inspiración divina necesita una explicación religiosa. Entonces se quita por un rato el barbijo y la da: “La Torá, ‘Los cinco libros de Moisés’, comienza con la creación del mundo y culmina con el fallecimiento de Moisés. Dios se la fue dictando y él la escribió, hay una discusión si fue mientras sucedían los acontecimientos o si fue en un momento posterior”.
Una Torá terminada, escrita por Moisés Hamra durante un año. (Ariel Grinberg).
“No es un libro de historia, porque hay muchas cosas que hubiésemos querido saber que no nos cuentan, pero allí se escribieron todos los conceptos que Dios quería que perduren para la Humanidad, que nos sirven para nuestra vida. El judaísmo nace en el Monte Sinaí 26 generaciones después de la creación del mundo, pero gran parte de lo que cuenta la Torá es lo que pasó con los pueblos que no eran judíos. Hubo un proceso de conversión desde el Génesis hasta la llegada del pueblo judío a Israel y la muerte de Moisés”, relata el rabino a la revista Viva.
La prolija transcripción que hizo Moisés fue “en una letra especial, antigua, que hoy es la que adoptó Israel como su letra imprenta”, enseña.
Desde hace cientos de años hasta hoy utilizamos el cuero de nonato vacuno porque es más fácil para escribir, ya que los pelos están más unidos y las raíces no entorpecen el alisado. Entonces, la pluma corre.
Moisés Horacio Hamra, rabino
“Los textos son exactamente iguales a como se los dictó Dios. La falta de una partecita de una palabra invalida toda la Torá”, advierte Moisés Hamra, poniendo de relieve la exigencia de perfección que tiene su oficio.
Con el objetivo de pulir cada detalle, él suele caminar por la zona del Hospital de Clínicas y entrar a negocios de insumos médicos en busca de pequeños bisturís, que le sirven para corregir errores sobre el pergamino.
Cada Torá, escrita de punta a punta a mano, le demanda más de un año de esfuerzo, a un ritmo constante de seis horas por día. Ya hizo 30, en 33 años que lleva mejorando sus técnicas y sus herramientas.
Lo que hace Moisés con sus manos grandes, de pulso firme, no puede copiarlo una computadora, porque un formato tecnológico aplicado a esta escritura tradicional, por más preciso que sea, le quitaría su carácter sagrado.
Letra antigua, hoy imprenta oficial en Israel. (Ariel Grinberg).
Luego de un escaneo por computadora, me llega una carpeta con las correcciones sugeridas. Con una hojita de afeitar, los bisturís y tizas hago la corrección final, con sumo cuidado.
Moisés Horacio Hamra, rabino
Elementos
La tinta siempre tiene que ser negra. “En Israel hay bastantes personas que hacen tinta, pero nadie te cuenta el secreto”, desliza Moisés sobre una fórmula química que, por lo menos, incluye goma arábiga y piedras especiales trituradas, “como la tinta china y la tinta go”.
En su estudio, Moisés prefería escribir de noche, sobre todo cuando estudiaba para rabino durante las horas tempranas. Pero desde que rige el aislamiento social se las arregla para avanzar con párrafos sobre Adán y Eva o el Arca de Noé cuando transcurre la tarde. A veces le da el sol cuando su pluma navega por el Diluvio Universal.
La Torá se escribe con una pluma tallada a mano. Se hace con el cálamo de las plumas de un pavo o con caña de azúcar. “Los países árabes tenían cañaverales y entonces allí aprovechaban esa madera. Pero cuando a mí me enseñaron, por 1985, acá en la Argentina había una faena importante de pavos, así que traíamos bolsas llenas de plumas y a practicar. En esa instancia, muchos aspirantes a escribas abandonaban, porque es una de las partes más difíciles de incorporar”, recuerda Moisés.
Pluma del ala de un pavo, tallada especialmente para facilitar la escritura. (Ariel Grinberg).
Tuvo que aprender durante meses la técnica de sumergir la punta de la pluma en el tintero y sacarla sin generar manchas. Y cuando veía un pavo decorado en alguna fiesta judía, le inspeccionaba las alas, para evaluar su potencial.
Hay otra parte fundamental en el proceso, no tan conocida: los pergaminos se confeccionan con cueros de vacunos nonatos. Y se necesitan 62 nonatos para escribir una Torá en toda su extensión.
“Desde hace cientos de años hasta hoy utilizamos el cuero de nonato vacuno porque es más fácil para escribir, ya que los pelos están más unidos y las raíces no entorpecen el alisado. Entonces, la pluma corre”, describe Moisés.
Y agrega: “Yo he estado en frigoríficos y hay algunos nonatos, pero la gran cantidad de ese material viene de Australia, de los Estados Unidos y de algunos países europeos. Allá faenan vacas más pesadas y algunas están preñadas. El procedimiento que se aplica consiste en sacar todo, inflar la placenta y extraer el cuero del animal. Luego se lo cubre de sal y se manda a Israel, donde lo limpian y lo colocan en piletones de cal, para quitarle el pelo. Después se estira, se deja secar y se hace el alisado. Sobre eso escribo”.
Cuero de vacuno nonato sobre el que escribe el rabino. (Ariel Grinberg).
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Cuando Moisés del Once completa “Los cinco libros de Moisés”, hay especialistas que revisan letra por letra su trabajo, para detectar eventuales fallas. “Hace unos 40 años a alguien se le ocurrió hacer una revisión por computadora, alimentada previamente con todos los datos y con las formas adecuadas de las letras. Luego de ese escaneo, me llega una carpeta con las correcciones sugeridas y con una hojita de afeitar, los bisturís y tizas hago la corrección final, con sumo cuidado”, explica el rabino, uno de los 15 sofers que se dedican a este arte en la Argentina.
Uno de sus hijos, Eliahu, preside la Federación de Comunidades Israelitas Argentinas de la AMIA y explica el valor simbólico de estos documentos: “Resulta siempre muy impactante en nuestras recorridas por las comunidades y colonias encontrarse con Rollos de la Torá traídos por pioneros, sobrevivientes de los progromos y del Holocausto”.
“Percibiendo su aroma y su textura, algunas del siglo 19, nos vinculamos a nuestras más profundas raíces diaspóricas, porque estos Rollos nos han acompañado 3.300 años y en todo lugar. Es el motivo por el cual han sido exhaustivamente cuidados por las comunidades locales”, destaca Eliahu Hamra.
En el calendario hebreo hay dos fechas fundamentales relacionadas con los rollos sagrados: la Shavout, donde se festeja la entrega de la Torá por parte de Dios, y la Simjat Torá, que es cuando completa su lectura, se baila en una celebración, y se vuelve a empezar.
Moisés cuenta historias y chistes, en un sillón del barrio del Once. (Ariel Grinberg).
Termina la charla, Moisés cuenta un chiste sobre un náufrago judío que construye dos templos en una isla y cuando le preguntan por qué dos, responde: “Porque a ese nunca voy a ir”. Una forma de exaltar que nunca faltará un lugar sagrado que necesite una Torá.
Fuente: Clarin.ar
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